Publicado en Granada Hoy el 18/03/2007.
José Carlos Rosales
LA Orquesta Ciudad de Granada ha vuelto a salir en la prensa. Pero, en esta ocasión, no ha sido por sus logros artísticos, como ocurría en el pasado: estrenos memorables, premios internacionales, giras europeas… Las quejas de los músicos de la OCG han ocupado las páginas de los periódicos porque se sienten incómodos con la figura de su gestor, el señor Magán. Además, Xavier Astor, el presidente del comité de empresa de la OCG, se ha referido a las ausencias prolongadas de su director, el violinista Jean Jacques Kantorow, como otra de las causas del descontento.Parece, por tanto, que las cosas no van bien en la OCG.No está lejos, por ejemplo, aquel concierto de principios de año en el que, para airear sus reclamaciones, la mayor parte de la plantilla salió al escenario vestida sorprendentemente ‘de calle’, sin las galas habituales, incumpliendo de forma desafiante sus compromisos de protocolo. El enfrentamiento entre los músicos y sus directivos ha alcanzado niveles alarmantes. Tan laberínticos que el comité de empresa ha solicitado la mediación del Servicio de Resolución de Conflictos Laborales de Andalucía. Supongo que en estas circunstancias los ensayos serán tensos; el entusiasmo, escaso, y la voluntad artística, una fantasía inalcanzable.Haría falta poner orden en la OCG y resolver sus antiguas carencias (15 años sin convenio laboral). Porque, si queremos seguir tomándonos en serio esa vieja aspiración de convertir Granada en una ciudad cultural cuyo prestigio vaya más allá del área metropolitana, tal vez los responsables institucionales de la orquesta (Ayuntamiento, Junta de Andalucía, Diputación y Caja Granada) tendrían que hacer algo (¿poner a cada uno en su sitio?). Pensemos que, si no hacemos nada, podrían cumplirse los peores augurios del señor Astor, que la OCG pase, de ser de ser una de las mejores orquestas de España, a ser una orquesta de provincias.Mientras hilvano estas ideas oigo una grabación de la OCG, la que se realizó en el mes de junio de 2003 en el Palacio de Deportes de Granada: la Cantata de Tirant lo Blanc para coro infantil, narrador y orquesta. Un espectáculo como aquel debería ser la tónica dominante de una ciudad que se propone encontrar en la cultura su identidad más cívica, su futuro más fértil. No se trata sólo de pelearse por conseguir un (necesario) Espacio Escénico. De lo que se trata (sobre todo) es de conservar en las mejores condiciones posibles lo que ya tenemos y nunca acabamos de asumir como nuestro. Porque si no sabemos conservar lo que tenemos, ¿de qué nos sirve edificar castillos en el aire?