Pifias como las del muro de San Miguel o el viejo litigo de los pisos de la Plaza de Toros han costado a la ciudad más de 20 millones de euros, tanto como el futuro Centro Lorca.
Publicado en Ideal el 13/03/2006.
Quico Chirino
NO parece muy probable que alguien cambie los azulejos de su cocina y, después de varios meses de trabajo, cuando los albañiles están a punto de rematar la última cenefa, el buen señor se dé cuenta de que el esmalte de las baldosas no conjuga con el color de los muebles y decida tirarlo todo, duplicar gastos y empezar de nuevo. Esta situación, que resulta un absurdo en la vida privada, se repite con frecuencia y descaro en la obra pública. El ejemplo más reciente es el muro de San Miguel, donde se ha despilfarrado un millón de euros, pero también la inminente repetición de las obras recién inauguradas de las calles Molinos (568.000 euros) y San Matías (501.000), el sobrecoste del ‘parking’ del Triunfo para integrar los restos arqueológicos (cuatro millones), o la pila de las antiguas pesetas que el Ayuntamiento tuvo que pagar a la sociedad que en la década de los ochenta promovió los bloques de pisos en la Plaza de Toros (más de seis millones de euros entre indemnizaciones y cesión de suelo).
La lista se puede engordar con el desembolso que se hizo para adquirir el Rey Chico y reformarlo (se gastaron cinco millones en total), o los seis millones de euros que se invirtieron en el canal de aguas bravas del Genil, todavía sin uso. Sólo este puñado de pifias han supuesto 22 millones de euros -casi 4.000 millones de pesetas-; una serie de errores que hubiesen bastado, por ejemplo, para financiar exactamente la construcción del futuro Centro Lorca de la Romanilla. Este repaso a vuelapluma se puede completar con litigios absurdos, pulsos entre administraciones que no han llevado a ningún lado. Como las discusiones sobre el destino del edificio del siglo XIX del Cuarto Real, que ha impedido que se acabe la rehabilitación de este monumento nazarí del siglo XIII que el Ayuntamiento adquirió por 450 millones de pesetas hace 16 años. También el caso de ‘Los Alijares’, que enfrentó en 1984 a Antonio Jara y al entonces consejero de Cultura Javier Torres Vela. O los pleitos por el viejo Hipergranada, cerrado y sin uso desde tiempo inmemorial a pesar de que se trata de suelo urbanizable.
¿Por qué pasa todo esto en Granada y de forma tan reiterada? «Yo firmé el convenio del Cuarto Real en 1993 -comenta el ex alcalde Jesús Quero (PSOE)- pero aquí todo es una polémica porque hay ciertas estructuras que se resisten a la innovación. Al arquitecto se le ha llegado a llamar borrico». «En cambio, nadie se rasga las vestiduras con otras barbaridades porque son más ‘castizas’», apostilla Quero.
También recuerda el antiguo regidor otros casos a los que tuvo que hacer frente. «Lo de la Plaza de Toros me lo encontré al día siguiente de ser elegido alcalde. Se debió quizá a la falta de estructura en las administraciones, pero no quedó mal del todo», reflexiona. Sobre el Rey Chico, Quero asume que «no es la octava maravilla, pero sí se sustituyeron unas naves con techos de uralitas que había desde tiempo inmemorial». «En esta ciudad hay unos grupos muy conservadores que inciden en las decisiones. Estaban en el 85 y siguen en 2006», resume el ahora gerente del Parque Tecnológico de la Salud.
Consenso
Desde el Consejo Social, Antonio Campos pide a las administraciones que se «planifiquen mejor las actuaciones» para que no se repitan episodios como el de la muralla de San Miguel, donde se tirarán las piedras y alguien pondrá la mano, en lugar de esconderla, para cobrar más dinero.
Las actuaciones en San Miguel, costeadas con fondos europeos, no se podrán volver a repetir con cargo a estas subvenciones. «Europa es muy estricta y tiene controles exhaustivos sobre los fondos. Se ha podido errar en las inversiones pero el dinero no se tira porque la UE lo reclama. Lo que sí es absurdo es hacer una inversión y que cuando cambia el signo de la administración se deje perder el dinero», apunta la eurodiputada Paca Pleguezuelos. «Siempre hay errores derivados de la política, no me cabe la menor duda, pero hay que mirar hacia adelante para crear una ciudad moderna», aplica árnica a las pifias del pasado.
Ridículo
Los errores conllevan situaciones estrambóticas; como lo es que meses después de inaugurar una calle haya que volver a levantarla; o que el viernes pasado se aprobasen facturas por 320.000 euros para pagar el muro de San Miguel que se va a echar abajo. «Hay una percepción equivocada de los recursos públicos: el dinero es de los ciudadanos», precisa César Díaz (PP), portavoz del gobierno municipal en la etapa de Díaz Berbel. «Hay que hacer un gran pacto para anteponer los derechos de los ciudadanos. Hay ciudades que buscan lo que les une y aquí se acude a la confrontación», incide. Volver a pagar, a veces, resulta mucho más fácil cuando se trata del bolsillo de otro; en este caso del de todos.