La ausencia de barras rescata el espíritu de las cruces de Mayo

Publicado en Ideal el 04/05/2007.

Gran parte de los granadinos considera que ha sido una buena idea la medida antibotellón y se muestran encantados de que la fiesta se haya recuperado A pesar de los presagios de lluvia, miles de ciudadanos salieron a la calle para visitar las plazas y patios en los que se habían montado las cruces.Hay días que uno se los tira mirando al cielo. Días en que somos capaces de sabernos los nombres de todas las nubes. Días en que se maldice a la siempre beneficiosa lluvia. Ayer fue uno de esos días. Y es que era el Día de la Cruz, una jornada festiva en la que los niños salen antes del colegio y a los funcionarios se les recorta el horario laboral.
Había cierta expectación por saber cómo iba aguantar la fiesta sin esos mostradores de hojalata que se montaban en torno a las cruces. Las opiniones, en líneas generales, se dividen en dos: los que están encantados en que se hayan suprimido y los que las echan de menos, aunque estos últimos, más jóvenes y bullangueros, saben adaptarse a cualquier circunstancia y tampoco sufrieron mucho por su desaparición.

«Ha estado bien»

«A nosotros nos ha venido muy bien quitar la barra. Hemos conseguido lo que queríamos, adaptar el espacio para que brille más nuestra cruz». Quién así habla es Mariano Sánchez, ex director del Teatro Alhambra, que ha sabido imprimir sus conocimientos sobre las puestas en escena al montaje que ganó en la modalidad de Patios: el de la Cofradía de la Oración en el Huerto, en el convento de las Comendadoras. Otros años, en este patio la barra ocupaba un buen espacio, por lo que restaba imaginación a los organizadores. En esta ocasión, hasta había lugar para la leyenda y la reivindicación: «Nos cuenta la leyenda, que en el antiguo compás de las Comendadoras, existía la Cruz de los Caballeros de Santiago, que daba protección a los vecinos que se refugiaban en ella. A su alrededor, los artesanos trabajaban sus oficios. Hoy ni la Cruz ni los artesanos perviven. Recordemos por unas horas unas escenas de nuestra historia», decía el cartel a la entrada. Dentro estaba esa esencia de este día festivo que los cofrades querían rescatar. «Hemos estado casi cinco días, pero ha valido la pena porque además de darnos el primer premio, hemos conseguido rescatar de la memoria nuestro pasado», comentaba Mariano Sánchez.

A ver las cruces

«Están mejor que el año pasado. Así es como se hacían antiguamente. La gente salía a ver las cruces, no a beber», nos comentaba delante de la espléndida cruz levantada en el Corral del Carbón Luis Rodríguez, un jubilado que echa de menos, por ejemplo, las batallas de las flores que siempre se daban por estas fechas.
Y es que a partir de la una, las calles céntricas de Granada comenzaron a llenarse de familias que iban a deleitarse la vista con los monumentos florales que poblaban plazas y patios. «Llevábamos dos años sin salir, en vez de cruces parecían ‘botellones’. Así, sin barras, se ven con otros ojos», nos decía una familia que admiraba la magnífica cruz de la Corrala de Santiago, que este año ha sido noticia porque no ha ganado el primer premio.
En resumen, a muchos organizadores les ha parecido bien la medida antibotellón: «Lo que recogíamos con la barra lo utilizábamos para financiar el montaje, si el Ayuntamiento las financia, pues mucho mejor», nos decía otro de los componentes de la hermandad que ha levantado la cruz ganadora.
La lluvia parece haberse abonado al Día de la Cruz. «Es que si no llueve no es el Día de la Cruz», comentaba una joven que daba los últimos toques a la cruz ganadora, la que había levantado la Hermandad de la Borriquilla en la plaza del Padre Suárez, frente a Capitanía. Allí el agua caída se había llevado el albero, aunque había dejado intactas las ilusiones de los organizadores. Francisco Garrido, el artífice de la escenificación floral, nos explicaba que había sido una noche tormentosa. «A las dos de la mañana tuvieron que salir las monjas a taparnos con los paraguas. Pero aquí está. Hemos estado casi un mes en la Hermandad haciéndola», explicaba Francisco Garrido, que nos enseñaba con ufanía los balcones del siglo XIX utilizados, los ventanales y la cruz con 800 claveles que se había utilizado.
-Y tanto esfuerzo para unas pocas horas… ¿vale la pena? -le preguntábamos al diseñador de la cruz ante el hecho de que este año se haya acortado la fiesta a menos de un día.
-Por supuesto. Así ha sido siempre -contestaba con rotundidad.
Pero lo mismo que los organizadores de la Cruz ganadora se mostraban eufóricos y sin muestras de desaliento, algunos de los miembros del jurado que habían visitado las cruces, explicaban que en algunos lugares la lluvia no sólo les había mojado los enseres, sino también la ilusión. «A algunas cruces de las casi cuarenta que se habían inscrito, se le ha tenido que retirar la subvención porque el agua caída ayer -por el jueves- les ha restado ánimos», comentaba un miembro del jurado que ha tenido que elegir entre unas cruces y otras. «Ha sido una labor muy dura. En algunas había unanimidad pero en otras nos hemos tenido que pelear».

Solidarios

Tras el pregón, el alcalde incitaba a través de un bando a la diversión, pero también hacía una declaración de intenciones: «Que la fiesta que recuperamos, en su esencia, no se vea desvirtuada por nada ni por nadie. La imagen de ciudad culta, tolerante, solidaria, moderna y respetuosa con sus tradiciones debe prevalecer como señas de identidad inalterables».
Otro deseo del alcalde («hagamos posible que nuestra alegría sea compartida con nuestros convecinos y que contagie al visitante»), era cumplido al pie de la letra por Adolfo Barrios, que acompañaba a dos amigos de México -Adolfo Tapia y Dalila Gómez- a visitar las cruces. «Estamos maravillados. Esta fiesta deberían de conservarla ustedes siempre», decían los mexicanos.
«Así da gusto enseñarlas. Otros años me ha dado vergüenza porque las cruces eran una excusa para montar un chiringuito para poder beber», decía otro granadino que acompañaba a una familia malagueña. Así pues, la fiesta recuperó la esencia que en buena parte se había perdido. La primera parte de las intenciones, se ha cumplido.

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