Publicado en Ideal el 23/11/2008.
José García Román.
Con demasiada frecuencia, gran parte de la ciudadanía de Granada da la espalda a los asuntos realmente importantes y se distrae con lo anecdótico del día a día, pierde tiempo y energías en cuestiones que no afectan al corazón de la ciudad, propicia culto a las banderías y no a su bandera, y no pone el acento en lo que realmente consolida el presente y abre vías al futuro. Y además, se queja cuando ya no hay remedio, habiendo consentido incumplimiento de promesas.
He querido dejar pasar una semanas desde que se produjo el fallo del jurado que premió el proyecto ‘Granatum’, que propone un edificio del que no tengo claro algunos aspectos -un poco comprimido, forzado en cierta medida por la dimensión y las características del solar (6.553 m.)-, para comprobar qué reacciones verían la luz en los medios de comunicación. Hoy me permito llamar la atención sobre algunas circunstancias del nuevo Teatro con el único fin de hacer un último intento por si pudiera subsanarse lo que en una superficie construida de 13.825 m. (9.263 m. útiles) no tiene cabida, pues se pierde irremediablemente una oportunidad de oro. Y me dirijo a los que tienen capacidad para conseguir un acuerdo -a pesar de las decisiones tomadas- que posibilite llevar a cabo todo lo que se había previsto.
Viene bien recordar que el Centro Cultural ‘Manuel de Falla’, con un presupuesto muy austero, emergió esperanzador con unos objetivos que a los pocos años quedaron mermados por la falta de espacio, debiendo ser ampliado en los jardines de entrada para albergar oficinas y el archivo del ilustre músico, ante la imposibilidad de instalarlo en la llamada ‘cripta’, renunciando a ser sede de los Cursos ‘Manuel de Falla’ y otras actividades culturales, máxime cuando se crea la Orquesta Ciudad de Granada. En un sentido similar, Aurelio del Pozo, arquitecto del Teatro de la Maestranza, decía -a menos de 10 años de su inauguración- que la demanda de Sevilla obligaba a una ampliación (el escenario-chácena mide actualmente 2.400 m., y las dimensiones previstas para nuestro Teatro son de 1.272 m.), habiéndose conseguido con la última reforma 19.000m2 útiles. Que disponga Granada de un Auditorio no significa que deba construirse más pequeño el Teatro de Ópera. Aparte de replantear la dimensión del foso -cuando se requiera abundante percusión puede generar problemas, como sucede con alguna ópera de nuestros días-, del gran foyer, o del emplazamiento de los espacios que exigen conexiones fáciles, o la previsión de salas de ensayo para ballet, coro y orquesta, con la racionalidad debida, no debe olvidarse que se ha hablado de proyectos como el Centro de Danza -no necesariamente con el apellido andaluz- o de otros contenidos (Museo de la Música, sede de cursos superiores, biblioteca especializada, etc.,) que suelen considerarse en algunos teatros y que podrían ser alma y sustento de una actividad compleja y enriquecedora para Granada, ciudad con ansias de altos vuelos.
En el 2000, la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía reclamaba en su catálogo de necesidades para el nuevo Teatro 32.000 m. Pasado un tiempo, fueron rebajados a 27.000 m., incluidos aparcamientos, por lo que se podrían disponer de unos 19.000 m. útiles. Se contemplaba la sede del Centro Andaluz de Danza, que necesitaría 3.000 m. para «salas deportivas, almacenes, comedores, cocinas, salas de reuniones y habitaciones para los que van a formarse en la disciplina de la danza».
El 13 de marzo de 2007, en la última mesa del Primer Debate organizado por la Real Academia de Bellas Artes de Granada, el Viceconsejero manifiesta que se trata de: «Crear un espacio para la formación, el ensayo, la investigación, que sea referencia en el mundo de la danza clásica y contemporánea, ( ) un Teatro referente de la zona oriental de la Comunidad Autónoma de Andalucía». No voy a seguir recordando lo que ya es agua pasada, con las responsabilidades que cada cual deba asumir.
La realidad de hoy es que se debería reconsiderar la situación. Creo que si se cambia la orientación de la parcela, además de ganar unos metros (se podrían conseguir 7.800 m.), se lograría que la gran entrada del Teatro fuese por el Parque Periurbano, y que el escenario diera a la calle que linda con CajaGranada.
Otra cuestión a tener en cuenta es la tecnología a aplicar que contemple todo lo necesario para mover escenografía, posibilitando representar una ópera mientras se monta otra. Recuerdo lo que comentó el citado arquitecto sevillano con motivo de la reforma del Maestranza: «Montajes como ‘Manon Lescaut’ o ‘Don Pasquale’ no se hubieran podido hacer antes de esta remodelación, al menos no tan fácilmente». El asunto de los motores es de capital importancia. Se precisará una buena maquinaria que permita llevar a cabo grandes proyectos con una tecnología de primer orden para realizar puestas en escena, efectuar la grabación de la parte técnica en CD y automatizar las luces de los montajes de ópera, ballet, etc.
Da la sensación de que cuando llegan las ‘conmemoraciones’ a Granada, la economía enferma. Pero debemos mirar al hoy con la responsabilidad del mañana. La Consejera de Cultura no dio plazos, y me pareció bien, ya que este tipo de proyectos, en las condiciones económicas que sufrimos, deben hacerse sin escatimar inversiones necesarias. Sin prisas, y a su amor. Al amparo de esa actitud quiero hacer hincapié en el apartado nº 3 de la Convocatoria del Concurso para la Elaboración de Proyecto del nuevo Teatro y su programa de necesidades:
«Se podrá intervenir urbanísticamente en la zona verde (8.410 m.) situada delante de la parcela edificable, vinculándola con el Espacio Escénico construido, mediante una propuesta arquitectónica vanguardista. Se deberá estudiar la posibilidad de construir un espacio de exhibición al aire libre en la zona verde anexa, ya que Granada carece de equipamientos de este tipo. ( ) El presente programa de necesidades podrá ser modificado cualitativamente y cuantitativamente, a criterio del órgano convocante, durante la redacción de los proyectos definidos».
Salvo un milagro -espero que se produzca-, Granada no tendrá el Teatro que necesita. Por eso me aferro al resistente hilo de la esperanza y me permito, una vez más, rogar -y hasta suplicar- a los que tienen la capacidad de tomar decisiones, toda la generosidad que Granada se merece. Aún se está a tiempo.