Publicado en Ideal el 09/05/2008.
Tito Ortiz
«Se necesita miembro para jurado, que sepa de qué va esto. Razón aquí».
ESTE sería el anuncio que deberían publicar el Ayuntamiento y alguna institución pública y privada para poder seleccionar, o en su defecto formar, a los distintos miembros de los jurados, que deben decidir en los concursos convocados al efecto, para que luego no haya que lamentar decisiones, que dejan ver claramente la poca o nula capacitación de un jurado para decidir los premios de un certamen. Y en concreto me refiero a las pasadas cruces de mayo y, con tal motivo, invito a reflexionar al respecto, porque en materia de tradiciones, los cánones son tan claros que no admiten innovaciones ni interpretaciones contemporáneas; la tradición tiene una estética que, como la liturgia, es inamovible, si es que no queremos adulterarla, desvirtuarla, descafeinarla, o hacer un pastiche muy moderno, pero que nada tiene que ver con nuestras seculares costumbres etnográficas.
No se puede nombrar jurado de las cruces, a aquella criatura que tiene la tarde libre y no le importa trasnochar, de dudosa o nula formación en la materia, porque luego se ve lo que se ve, en los premios y en las cruces galardonadas. Para empezar, hay que decirles a estas almas menesterosas, a la vez que poco versadas en la materia, que una cruz de mayo no es un altar del Corpus. Subrayo esto de manera contundente y no me apeo del burro, porque como albaicinero que peina canas, y que vivió las cruces de mayo desde antes de que don Antonio Gallego Morell las resucitara en la década de los años sesenta, creo que sé de lo que hablo. Las cruces de mayo no llevan unos escalones a modo de altar, eso para los del Corpus. No llevan vírgenes ni santos, la protagonista es sólo la cruz que, por cierto, debe ser de clavel rojo, y no de otra materia por muy original que se crea. Los que fundamos ‘Granada Histórica y Cultural’ erigimos un premio a la cruz de mayo más tradicional, que era un clavel de plata de los Moreno y el año que yo fui jurado descalificamos la mejor cruz de todas, que era la de Nueva Acrópolis, porque se les había ocurrido la peregrina idea de confeccionar el emblema de la crucifixión con mosaicos de cerámica, en un arranque innovador y progresista, pero fuera de lugar y de la tradición, que es de lo que se trata.
Las cruces de mi infancia en el Albaicín y Sacromonte se ponían con todos los enseres que las vecinas aportaban, los mantones, las colchas, los hierros forjados, el cobre, las damajuanas, las macetas de geranios, pero no llevaban cirios procesionales, ni angelitos, cornucopias si, crucificados de talla no. Porque insisto, desde que las hermandades y cofradías de Semana Santa han dado un gran impulso a esta tradición del tres de mayo, también han permitido que sus autodidactas diseñadores, con el afán de colaborar desinteresadamente, pero haciendo gala de un desconocimiento atroz, como si todo sirviera para todo, han desvirtuado los componentes de la cruz de mayo, confundiéndolos en su ornamentación con los de una altar del Corpus y, en ese ‘totum-revolutum’, han creado un monstruo híbrido, en el que todo elemento religioso se da por válido, tirando por la borda de la tradición los elementos reales e imprescindibles de la cruz de mayo, que nada tienen que ver, o solaparse, con los de un altar del Corpus. En éste si caben las figuras religiosas y los cirios y toda la simbología que se quiera en torno a la Sagrada Forma, desde una espiga a una custodia. No podemos, ni debemos, si de verdad amamos nuestra tradición auténtica, dejar de la mano de Dios a ese cofrade menesteroso y desinteresado, que se brinda a la hermandad sin cobrar un duro, para trabajar contrarreloj un mar de horas sin descanso, si luego el resultado que se brinda al visitante, es un ‘collage’ en el que uno no sabe donde termina la cruz de mayo y comienza el altar del Corpus, porque todo es válido ante el desconocimiento. Y no, y mil veces no. No todo es válido. La tradición de la cruz de mayo está registrada oralmente de padres a hijos, para aquel que desee conocerla. Incluso en las hemerotecas de nuestros periódicos del siglo pasado se detallan los componentes de unos y otros montajes y se acompañan de fotos muy aleccionadoras.
Jamás una cruz de mayo debe contar, entre su exorno, con un techo de palio, un frontal de las caídas y, menos aún, con un fragmento de los respiraderos del trono. ¿Quién les ha dicho a estas criaturas que esa es la tradición? Pero lo que es más grave, ¿quién le ha dicho al jurado que eso es premiable, cuando eso es precisamente lo que descalifica la cruz en el instante de verla? Si la tradición oral y escrita dice que la cruz será el único elemento religioso de todo el conjunto, para que su exaltación sea el primer motivo de todo lo montado, y que ésta debe ser de clavel rojo, ¿cómo hay un jurado que otorga un accésit a una cruz de naranjas, en cuyo basamento hay una cafetera moderna de imitación a cobre pulido? ¿Cabe mayor desprecio por la tradición y la historia de nuestras costumbres? ¿Tiene que venir la Casa de Jaén en Granada, y su hermandad de la Virgen de la Cabeza, a montar una cruz exacta a la que marcan los cánones en el patio de su encantadora casa del barrio de la Magdalena, y demostrarnos a los granadinos cómo se hace una cruz? Pues sí, lo hicieron y de rechupete, y no tenía santicos sino todo el arsenal de enseres castizos que marca la tradición, incluidos su pero y tijeras.
Digo y proclamo, para terminar, que necesitamos con urgencia una escuela municipal en la que impartir materia a los futuros miembros de los distintos jurados, para que por menesterosas criaturas, desinteresadas y de buena voluntad, pero con un desconocimiento grande de nuestras tradiciones, no vayamos enterrando en el olvido la verdad de nuestra historia, transformándola en híbridos engendros muy modernos y en los que todo vale. No, paisanos, en tocando a nuestra tradición e historia, debemos conservarla como es; por eso, no todo vale. Y una cruz no es un altar del Corpus, se ponga el artista como se ponga. Y el que no sepa de qué va, que no se meta a creativo, que pregunte algún viejo y verá como lo saca de dudas.