Adiós, señor Delegado

Publicado en Ideal el 29/12/2006.

Remedios Murillo. Mujeres por Granada.

No se bien si el Señor Pérez Tapias hace el número cuatro o el cinco de los Delegados de Cultura que ‘Mujeres por Granada’ hemos visto sentarse en el despacho del Paseo del Salón. Tengo en una nebulosa mental quien precedió a Enrique Moratalla, al que sucedió el joven José A. Montilla, más tarde fue María Escudero, y por último José Antonio Pérez Tapias. A la ida de alguno yo le despedí, desde este periódico, y recuerdo que comenzaba mis renglones diciendo que sentía mucho su marcha, sobre todo porque dejaban tras de sí la frustración de las esperanzas que habíamos depositado en ellos y que se quedaban, no ya vírgenes, sino mancilladas. Vuelve a ocurrir, se repite la historia y, en este caso, duele más aún, porque hablo de una persona que me caía muy bien, sumamente cercana, dialogante, con sentido del humor, que nos ha abierto las puertas de su despacho en numerosas ocasiones y siempre hemos encontrado en él una personalidad afable, simpática y que reía abiertamente cuando yo le comentaba que él como filósofo estaría mejor elaborando el pensamiento que nos guiara durante este siglo XXI tan ‘desnortado’.

Ya se marchó, ya está en Madrid ocupando como Diputado un sillón en el Parlamento y ojalá que lo haga con ese mismo talante de persona amable, pero con más eficacia y menos partidismo.

Atrás quedan «el enorme interés» por el Cuarto Real; «la gran preocupación por una Muralla que era humillante para los vecinos y para la historia» (más de Torrecillas que Nazarí); sus desvelos por el otro tramo de Muralla, la Zirí, (s. XII) interesantísima por su antigüedad y por lo que debajo de tierra pudiera ocultar de interés histórico; la «firme determinación» de hacer el gran Teatro de la Ópera que Granada necesitaba… tantas y tantas cosas de las que hemos hablado y que parecía estaban en el punto de mira de su interés.

SÍ, es muy triste decir adiós dejando tantos ‘muertos en el armario’, tantos proyectos sin realidad, tantas decisiones forzadas, no por la cultura ni el patrimonio, sino por el acatamiento político al poder de la Junta de Andalucía, y saber que se han perdido años, muchos, no en el esfuerzo serio de recuperar una nueva ‘Alhambra’ para la Plaza de los Campos, de encargarse de que manos expertas entraran con la verdad histórica por delante y sacaran a la luz toda la grandeza que se esconde bajo la ya esquilmada Huerta de la Almanxarra, ese conjunto único en todo Occidente y que ya ha fenecido por intereses inconfesables que, antes o después, harán sonrojarse a más de uno, de dos, o de tres, porque ya son legión las autoridades miopes que no han querido hacer justicia ni al Monumento ni a Granada.

EN su historia de Delegado quedará un episodio que más le valdrá olvidar para no avergonzarse; es aquel que promovía la risa al ver a numerosas personas sacando piedras vulgares, sin ningún valor, de los cimientos de una antigua plaza de toros, numerándolas una a una, hasta siete mil, y metiéndolas con mimo en cajones de fruta. Señor ex-Delegado, eso nos ha costado dos millones de euros caprichosamente, sólo si alguna de aquellas piedras hubiera sido la ‘piedra filosofal’, capaz de convertir en oro los metales, hubiera compensado la guasa.

Luchamos por parar el desastre de Carlos V y con su habitual amabilidad nos tranquilizaba. Hoy, casi concluida la reforma, nadie concibe la pasividad ante lo allí ‘perpetrado’. Luchamos por parar la reforma de la Muralla -’sui generis’ Jiménez Torrecillas- y con su agradable sonrisa nos decía que inmediatamente lo solucionaría, comprometiéndose incluso con la luchadora Dori, vecina del cerro del Aceituno que siempre salía de la Delegación convencida de que el político compartía sus miedos.

LE rogamos que dejase la ideología a un lado y que comprendiese que en el Banco de España solo puede y debe ir el Museo de la Ciudad. Su enclave, en el eje central del caso histórico, su cercanía con monumentos importantes, hizo pensar a la anterior corporación municipal (PSOE) y a la actual que era el lugar idóneo para las grandes exposiciones y que es un absoluto disparate y una afrenta a los ciudadanos poner en él el despacho del Señor Fiscal Jefe, ya que poco más puede hacerse en un edificio del que son intocables los suelos, las paredes, y sus cámaras acorazadas, de cuyo original sistema antirrobo -hidráulico- le ilustramos ya que lo desconocía. Le ‘amenazábamos’ con sacar a la calle a los granadinos pues ese edificio es para el disfrute de todos y no de un Fiscal… sonreía, siempre sonreía y en el fondo sabía, como lo sé yo, que nuestros conciudadanos tienen aguante para lo que les echen.

Hemos bromeado juntos cuando yo le instaba a que no se fotografiara más junto al león relamido, el que han llevado al Museo de la Alhambra exiliado de su patria secular, del Patio de los Leones, porque la restauración lo ha dejado irreconocible e irreconciliable con sus congéneres.

Existía un clamor contra la reforma proyectada por el arquitecto Zurita en la Muralla Zirí, donde se van a dilapidar millones para enterrar la historia bajo toneladas de hormigón y repetir el consabido fallo de que no sea el Monumento el que mande, sino el arquitecto soberbio que quiere dejar su obra de autor y que, para ello, cuenta con la connivencia ideológica del poder de turno. Allí se personó el señor Pérez Tapias para defender lo indefendible (al arquitecto claro, no a la muralla).

Agilizó mucho las elevaciones a categoría BIC (ejemplo significativo, el trozo de muro del Río Genil) al dictado de los intereses de su partido. Ralentizó obras y pretendió hacer un gobierno municipal en la sombra para que todo marchara al ritmo convenido y conveniente para sus siglas. La recompensa le ha llegado pronto.

EN fin, como decía al principio, unas decepciones más que sumar a estas luchas en las que ‘Mujeres por Granada’ ponemos entusiasmo y buen hacer, pero que inevitablemente chocan con esa partitocracia que deja a nuestra ciudad herida de muerte y para la que Pérez Tapias, no fue precisamente, un buen samaritano.

Es la hora del adiós y la benevolencia. Siga con su buen talante, Señor ex-Delegado, pero procure tener más coherencia, porque doblegar el pensamiento y la libertad a un partido es buen camino para hacer carrera política, pero muy frustrante y muy triste para un filósofo.

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