Publicado en Ideal el 14/03/2007.
José Ramón Jiménez Cuesta.
Desde la llegada de la democracia a España y con el desarrollo de la Constitución y los estatutos autonómicos es indiscutible que el sentir autonómico ha sido el que más se ha desarrollado, por encima del sentimiento nacional y, sobre todo, del sentimiento local. Esto ha podido tener sus efectos positivos para la ciudadanía, pero también una fuerte connotación negativa al desarrollarse nuevas actitudes centralistas que han trasladado los centros de poder y gestión, de la capital de España, Madrid, a Sevilla, en el caso de Andalucía. En nuestra región, creo que el aumento de poder de la capital sevillana y del concepto de Andalucía es injustificado y ha limitado (casi eliminado) el sentir granadino que tenemos un alto porcentaje de personas que habitamos esta ciudad y, que creo es necesario revitalizar para bien de la misma y de nuestra provincia.
Si retrocedemos sólo 30 años, Andalucía no estaba articulada como la entendemos ahora y sobresalían dos ciudades, Sevilla y Granada, que lideraban Andalucía Occidental y Oriental, respectivamente, con instituciones como las Audiencias Territoriales, Archidiócesis, Universidad y Capitanías Generales. Una estructura heredera de siglos atrás y con una fuerte y consolidada realidad. Sirva como ejemplo que en el Proyecto de Constitución de la Primera República de 1873, su artículo 1 decía que « componen la Nación española los Estados de Andalucía Alta, Andalucía Baja, Aragón ».
La pérdida de esa referencia capital ha sido rápida, más que por la pérdida de algunas instituciones, por el hecho de que todas las capitales andaluzas han aumentado su protagonismo (por ejemplo, todas las ciudades tienen Universidad) y, sobre todo, porque el estado autonómico ha creado un nuevo gobierno, fuertemente centralizado, con todas sus Consejerías en Sevilla y con Delegaciones Provinciales que hacen y deshacen, con una actitud centralista, en las ciudades y provincias. Conviene recordar que aunque la sede del Tribunal Superior de Justicia se encuentra en Granada, éste está muy descentralizado al disponer de salas en Sevilla y Málaga, cosa que no sucede con el Gobierno de la Junta de Andalucía. De todas formas, el declive de nuestra ciudad no ha hecho perder ese anhelo de materializar el sentimiento granadino y que no sólo se conforma con la ejecución de las obras, infinitamente dilatadas, que llevamos tantos años reclamando. Obviamente, no tiene ya sentido reclamar la división de Andalucía en dos u otras opciones parecidas, pero sí hay actuaciones concretas que pueden ser útiles y prácticas para los que queremos un mayor protagonismo de nuestra tierra.
Una iniciativa realista sería solicitar que Andalucía inicie un proceso de descentralización (cuestión compatible con el recién aprobado Estatuto) que permita compartir los beneficios de la administración autonómica con todas las ciudades, estableciendo, por ejemplo, en Granada la sede de alguna Consejería. Las de Justicia o Cultura serían dos de las más apropiadas para tener su sede en nuestra ciudad ya que Educación se encuentra algo debilitada al transferirse las Universidades a la Consejería de Innovación. Recientemente, al aprobarse el nuevo Estatuto, que contempla por primera vez que Sevilla es la capital de Andalucía, políticos sevillanos han reclamado una «Ley de Capitalidad» que compense a su ciudad de «los perjuicios de asumir la capital de Andalucía». Ante indignante, irónica y humillante propuesta, la que aquí se hace, ha de ser bienvenida al compartir los «perjuicios» de las Consejerías (más centros de trabajos, más capacidad de gestión, más puestos laborales directos e indirectos .) con las demás ciudades andaluzas.
Pero a mi juicio, la reivindicación más importante sería otra. Si analizamos lo que realmente los granadinos consideran lo más suyo y más íntimo, es su historia y su patrimonio. Todos hemos oído mil veces la frase «se llevan el dinero de la Alhambra a Sevilla». Es verdad, lo que nos da e imprime nuestro carácter es esa geografía e historia tan particular. Mi propuesta sería que el patrimonio histórico de Granada, fuera gestionado por Granada. Realizado esto con una mentalidad abierta, tendría grandes beneficios para la ciudad. Si se creara una Comisión en la que sus miembros fueran elegidos por la ciudad con mayoría cualificada (3/5 o 2/3), se conseguiría un consenso que ahora no existe, los proyectos se ejecutarían mejor y más rápido y, sobre todo, se evitaría que nuestros monumentos se utilizaran por la Junta de Andalucía o el Ayuntamiento de Granada para polemizar y pleitear en una lucha en la que sólo pierde nuestra ciudad. No es algo utópico, recientemente ha ocurrido en RTVE; se ha logrado un consenso parecido y el Director del Ente Público ha de elegirse con el acuerdo de los grandes partidos (mayoría de 3/5). Sí, la Alhambra, el Albayzín, el Realejo y nuestro patrimonio ha de ser gestionado por Granada. Para los granadinos y en relación a nuestro patrimonio, tan lejana está Sevilla como Madrid.
Está claro que estas propuestas contarán con la desaprobación de los partidos mayoritarios. Obviamente, no la pueden apoyar, porque nuestros políticos (si se les puede llamar granadinos) quieren estar en unas listas electorales que dependen de los órganos de los partidos en Sevilla, pero los ciudadanos, los granadinos y las asociaciones en las que nos integramos, sí pueden defenderlas. Nosotros no tenemos ese problema, queremos lo mejor para nuestra ciudad. De esta manera, con una Andalucía algo descentralizada y una Granada gestionando sus señas de identidad, los que nos sentimos muy granadinos y hemos visto la decadencia de nuestra ciudad, podremos ver el futuro de Granada con algo más de esperanza y optimismo que con el que hasta ahora lo vemos.