Granada siempre

Publicado en Ideal el 03/04/2007.

Remedios Murillo. Mujeres por Granada.

A diferencia de voces que se levantan y son transportadas a ‘lomos’ de un autobús, exclamando ‘Granada o Nunca’, somos muchos los que pensamos que Granada es y seguirá siendo, ‘Granada Siempre’, porque, al igual que el paisano Ángel Ganivet, nos quejaremos permanentemente de su postración, de su abulia y su abandono, pero esta ciudad nuestra obsesiona, atrapa y se agarra como una hiedra al corazón, viviendo eternamente en ese latido acompasado del que la ama. Cuando esto se produce cualquier «bosque es la Alhambra, el mar la Vega y el balcón de mi casa el paraíso» (Ganivet, Helsingfors 1897)

Otro tema, es la falta de sensibilidad de los que rigen sus destinos que, entre mediocres, foráneos y desinformados forman pléyade y cual ejército invasor cierran filas apoyando (las más de las veces por ignorancia) proyectos lesivos para Granada. Quiero ser concreta y ceñirme hoy a las Murallas de la ciudad, de las que ya mucho hemos hablado y escrito, pero parece que aún insuficiente, para que alguna mente sesuda, o ciudadanos comprometidos como los de Granada o Nunca nos escuchen y juntos luchemos para parar esta locura de restauraciones, o mejor dicho, de recreaciones inconcebibles.

Acompañados del arquitecto de la Escuela de Estudios Árabes, señor Orihuela, un numeroso grupo de granadinos hemos recorrido los kilómetros de Muralla nazarí que arrancando desde el río Darro, trepan por uno de los parajes más bellos del mundo, el Cerro del Aceituno, hemos seguido su trazado hasta la Puerta de Fajalauza, viéndola alejarse a buscar sus mutilados extremos que perviven en la llamada Muralla de la Alberzana y rinden su intermitente viaje a los pies de la Puerta de Elvira. A lo largo de este paseo hemos contemplado degradación en las cuevas, colonización por personajes indescriptibles de espacios públicos, placas y cocinas solares en medio del cerro, jardines ‘tropicales’ vallados, con sus sillones de orejas dando vistas al marco incomparable, cuevas dedicadas a las crueles peleas de perros y a viviendas de personas indocumentadas etc. y coronando tanto despropósito la instalación cara, inútil e inoportuna del arquitecto señor Torrecillas, con sus suntuosas escalinatas enclavadas sobre la ‘protegida’ rauda.

Desconcierto entre los que por primera vez giraban esta visita, ante la imposibilidad de comprender cómo al lado de reconstrucciones ejemplares de los años noventa se haya permitido un trato semejante a lo que ya en 1922 fue declarado Monumento Nacional (porque aún no se conocía la figura del BIC).

Los que conocíamos bien el tema advertíamos de que aún quedaba por ver lo más impactante, y, efectivamente, cuando nos adentrábamos por el Arco de las Pesas en el trozo de la que llamamos Muralla Zirí (aunque con exactitud deberíamos llamar almorávide) nuestros ojos descubren incrédulos que a la muralla del siglo XI le ha salido una orgullosa competidora. En paralelo y acosándola arranca un mamotreto impresionante de hormigón armado, plataformas que ocultan la muralla y que en su día irán tapizadas de algo tan albaicinero como la grama americana.

Voces de indignación se levantan, ¿Dónde están los cuidadores del patrimonio, dónde las voces expertas, donde la mínima lógica, dónde la tutela de este tesoro de la historia y el respeto a un Bien de Interés Cultural?

Sagunto se está cuestionando demoler la reconstrucción del Teatro Romano porque el mundo entero ha levantado un grito de angustia ante lo allí realizado. ¿No habrá nadie que grite con nosotros para salvar esta preciosa e imponente muralla?

Se mata un árbol y es un grave atentado, muy doloroso, pero susceptible de reparar. Se mata un monumento y es un crimen contra la historia, un expolio a las nuevas generaciones imposible ya de subsanar. Por eso, desde estas líneas quiero hacer un llamamiento a los responsables de la Delegación de Cultura de la Junta y del Ayuntamiento (ya que esta restauración se está haciendo al cincuenta por ciento por las dos administraciones) a todos los medios de comunicación, a los amantes del patrimonio, a la Real Academia de Bellas Artes que ya hace meses advirtió en un comunicado sobre el tema, a las cátedras de Historia del Arte, a los arquitectos que tengan sensibilidad para con un BIC, a todos y cada uno de los granadinos que sientan como Ganivet el «¿Oh dolor! Hay dinero», porque qué duda cabe que la muralla que arranca en la puerta de las Pesas y llega hasta la Puerta Monaita, necesitaba consolidación y mejora, pero el exceso de presupuesto ha posibilitado que, una vez más, un arquitecto quiera dejar su irrespetuosa obra para la posteridad, olvidando la reverencia que para todo artista debe conllevar, poner sus manos sobre piedras íberas, romanas y árabes.

Señor Zurita, sus absurdas y carísimas ‘puertas a ninguna parte’ del jardín de los Córdova tuvieron que ser retiradas el día de la reinauguración del palacete porque su inadecuada situación hizo que una invitada se abriera la cabeza contra una de ellas. Lástima que las, también carísimas e inútiles toneladas de hormigón armado no puedan tener esa provisionalidad y causen una herida irreparable en tres mil años de historia.

Con el autor de la intemporal ‘Granada la Bella’ digamos: «En Granada se han arrancado muchos árboles y muchas ideas y así estamos de continuo amenazados por inundaciones». En este caso, una inundación de dinero europeo que junto con la falta de ideas, ha arrasado una muralla.

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