Recordando la IX Región Militar

Recordando la IX Región Militar

MANUEL E. OROZCO REDONDO

 

 

La Capitanía de Granada fue crea­da por los Reyes Católicos tras la conquista del Reino Nazarí, sien­do la primera de su índole fundada por la Corona de Castilla. Su cometido era la defensa costera del Reino, amenazado desde África, y el control sobre la población morisca a partir de 1502. El cargo recayó en el marqués de Mondéjar, que fue alcaide de la Alhambra, teniendo su primera sede en el palacio-fortaleza. La Capitanía General de Granada fue un órgano con atribuciones militares, gubernativas y políticas. En 1705 se crean las Capitanías Generales y se ajus­taron a los antiguos reinos. Finalizada la Guerra Civil, se reinstauran las Regiones militares y se conforman las nueve. La IX Región Militar, con sede en Granada, la cons­tituían las provincias de Granada, Málaga, Almería y Jaén.

Pero esta historia va a cambiar con la abru­madora victoria del PSOE (1982), que no ha parado de maniobrar para hacer de Sevilla la gran capital de esta Región, que siem-

 

pre tuvo dos centros políticos, administra­tivos, judiciales y culturales, pues Granada tenía identidad propia. Así, el 18 de octubre de 1984 se crea la Región Militar Sur, pero se suspende la novena Región Militar de Granada, la más antigua de España. Pron­to se cumplirán treinta años de esta afren­ta a la historia y a esta ciudad. Habría que preparar algún acto de recuerdo que aver­gonzara a los partidos que lo consintieron; al Gobierno que lo perpetró y a los granadi­nos que se lo tragaron sin pudor ni protes­ta alguna, pues no es bueno cambiar la his­toria o, al menos, recordar a lo que nos han llevado la dependencia de Sevilla.

Desde la distancia, se puede apreciar la verdadera dimensión de lo que ha supues­to esta acción del sevillanismo político y cultural, apadrinada por Felipe González, ‘El homogeneizador’, que decidió cambiar la historia y empezó suprimiendo la IX Re­gión Militar, la más antigua de España. Ade­más, sin sentido, pues las regiones del nor­te dejaron de tener importancia geoestra-

 

tégicas, pues los posibles enemigos no es­tán en esta parte de Europa.

Nunca, por historia y sentido de la tradi­ción, se tenía que haber suprimido esta Re­gión Militar (este desprecio de los españo­les por las tradiciones es algo desesperante y que tanto, después, envidiamos de los in­gleses que saben mantener sus tradiciones y no se dejan arrastrar por el cambio, a base de quitar lo que da identidad y pertenencia, de la que surgen sentimientos de orgullo). Desde entonces no he comprendido a los granadinos que no castigaron esta decisión y han seguido votando a un partido que no ha hecho más que despreciar a Granada, como se puede ver en la creación de la Re­gión Sur con base, cómo no, en Sevilla.

Da pena contemplar la historia pasada, pues estamos viendo a lo que nos ha lleva­do esta idea homogeneizadora apadrinada por una casta política incapaz de luchar por el interés común. La vista atrás se nos apa­rece triste al ver que, después de más de treinta años de democracia, estemos en la Andalucía del paro, la pandereta, derroche, corrupción e intervención de los políticos en todo para destrozar, como han hecho con las Cajas de Ahorros. Los agravios a Grana­da son conscientes en pos de la nueva An­dalucía, en la que Granada debe olvidar su historia y capitalidad. Para colmo, los gra­nadinos tenemos que soportar a Blas Infan­te de padre de la patria, un enemigo de las peculiaridades y la historia de Granada. Pero, como se puede ver, todo es posible en Gra­nada, aunque da pena tanta desidia o, en pa­labras de Ganivet, abulia. Así nos va.

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