Publicado en Ideal el 11/01/2008.
José Prados Osuna.
Es causa de hesitación todo cuanto acontece en los últimos años y cuya referencia tenga su origen en la orquestación política. Extraños momentos, indescifrables para una mente racional que se ha visto rodeada de un vacío telúrico y que pretende programar la vida política con elementos barriobajeros, mediocres, descatalogados por inútiles e inservibles de la vida civil, que se enriquecen de herencias inexistentes y emporcan sus actos desde la falsedad, el vicio o la malicia.
Algunos, que ya indagábamos por los avatares del supranacionalismo europeísta, creídos superados los fundamentos de las parroquias vascas basadas en idearios de raza e ikastola, habíamos pensado que el futuro reservado a nuestro país era no menos que ejercer de fermento democrático a los nuevos incorporados que, desde el Este, han creído buscar el progreso económico, sin renunciar a su arraigado arquetipo tribal eslavo, como fuente permanente de conflictos desde un primitivismo feroz y desacorde con lo que los siglos nos han enseñado y aún no hemos aprendido. ¿Es la nueva Europa?
Extraño también aquel fundamento de vaciar Europa de contenido para llenar unas alforjas sin fondo en la boca del ladrón y promover una guerra cuyas únicas consecuencias han sido un millón de víctimas y el precio del petróleo a 100 cochinos dólares el barril. Algo parecido a lo que ocurrió con la Guerra Inacabada de Papá. En tanto el mundo sufre las consecuencias de subidas dislocadas de precios, los europeos y especialmente los españoles padecemos las políticas neoliberales dirigidas por un órgano sin control que entiende que hay que satisfacer las prioridades intelectuales y académicas de unos pocos elementos que se han instalado en la creencia de que el bienestar de la gente debe subordinarse a los requisitos de los mercados de capitales, manejando el precio del dinero como palanqueta que hace saltar los resortes del bienestar en sujeción al interés de los poderosos.
Ha cambiado el ciclo y se ha agotado el modelo. Lo peor es que no se ha sabido enganchar la economía nacional al nuevo sistema de conocimiento y tecnología. Los beneficios del sistema del ladrillo se han encerrado en el laberinto de la especulación y a pesar del esfuerzo de algunas instituciones, se ansían nuevos mercados en Polonia, Hungría, Rumanía, Marruecos , en los que repetir la hazaña. Parece que aquí las banderas y la patriotería nacionalista se confunden con el patriotismo de partido, que coincide con el propio, supeditando el bienestar de la nación a los intereses de los especuladores y dejando a los afectados como carnaza que tirar al rostro del partido contrario. Hay quienes, desde las propias instituciones presididas por la bandera de España, promueven tales actitudes y acompañan a los empresarios para darles moral y favorecerles el negocio.
Hay que oírlos, los que hace unas pocas fechas lanzaban un ensordecedor grito de alabanzas a la patria, hoy difunden por los rincones la pésima situación en la que nos encontramos, que lo de superar en RPC a Italia es mentira, que mañana pasaremos hambre, sed y necesidad. Dicen que ya nos parecemos a Argentina. Lo vienen diciendo, se lo transmiten por mensajillos de móvil en una cadena interminable de traiciones patrias y deslealtades que son propias del fariseísmo más característico del siglo XIX, en el que viven instalados y no saben salir del infinito de sus trampas. No creo que desconozcan que los bulos en economía se hacen ciertos con mucho repetirlo y desearlo. Ni es verdad que los gobiernos son los responsables de los aciertos y de los fracasos, ni es mentira que los que mandan son los culpables del enriquecimiento de las grandes superficies a costa del sector agrario. Márgenes del 1.500% por pactos en los precios de compra son la ruina de nuestros productores y de la población. Delincuentes más peligrosos que los que circulan a más velocidad de la permitida, que los que te roban el monedero o que los que cobran comisiones bajo cuerda por ejercer la función pública. Estos van a la cárcel y aquellos a presidir los foros de la economía como consultores de bolsa o imágenes de un modelo triunfante, repugnante contradicción que debe ser aclarada por los que se pasan el día y la vida haciendo méritos electorales, por los que se cuelgan el rojo y gualda de la solapa exterior, como símbolo que se usa en campañas, ejemplo de una conciencia rebajada hasta lo inexistente. Ni los precios del petróleo, ni los tipos de interés de las hipotecas, ni las recomendaciones de FMI, las imponen los gobiernos. Más bien algunos gobiernos inducen las guerras, provocan la locura de los combustibles, favorecen las ansias de negocio fácil y especulativo, miran a otro lado cuando la agricultura se hunde en manos de 5 ó 6 plataformas de compra (‘monopsonios’ crueles, que son delito en la cuna del ansiado paraíso).
Si quieren ser creíbles basen su campaña electoral en convencer a los empresarios, que han ganado inmensas fortunas con el asunto inmobiliario, que dejen el dinero en su Patria, que inviertan en conocimiento y nuevas tecnologías, que desarrollen ciencia y vinculen sus negocios al futuro que este país necesita.
A pesar de ello, España, si es que los patriotas de bandera se lo permiten y aunque sea por última vez, volverá de nuevo en este año a ser el motor de la economía europea.