Publicado en Ideal el 17/02/2008.
José García Román.
Parece que se han convertido en bunker de arrogancia y prepotencia, y sólo piensan en «hacerse con el poder absoluto». No luchan contra la desidia, ni proponen sistemas seductores que ensanchen los pulmones de la libertad, ni evitan nepotismos, ni animan el pensamiento, ni persiguen la mentira, ni huyen del aprovecharse de la debilidad intelectual y volitiva, ni convencen a la ciudadanía de que la prosperidad honrada exige rebajas de ansias desmedidas, ni intentan persuadirnos de que todos somos ‘funcionarios’ de una ‘empresa’ social cuyo fin es propalar los grandes valores -incluidos los espirituales- sobre los que debe sustentarse la humanidad. No han sabido transmitirnos que el ‘pelotazo’ -por azar o corrupción- es de mal gusto, y han mirado a otro lado ante el mandato constitucional de regular «la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación» (Art. 47).
Se vota lo que deciden los dirigentes. ¿Para qué, entonces, el ‘simulacro’ del voto personal? ¿No bastaría con que el portavoz dijera en voz alta «mi partido tiene equis votos y en su nombre deposito el sí, la abstención o el no»? Sé que es una simpleza lo que acabo de expresar, pero se evitarían tensiones e insultos (aunque en los pasillos se queden en ‘pelillos a la mar’) y estériles horas de debate. A pesar de tantas opiniones razonadas, las listas siguen apestilladas y se presentan retadoras, como las lentejas -«o las tomas o las dejas»-, en una estrategia egoísta y endogámica, a la sombra de un sentido ‘práctico’, que potencia medianías y clientelismos. Es proyecto sumamente atractivo plantearse el reto de cambiar la sociedad, elevándola a alturas de dignidad. ¿Pero qué panorama más triste cuando los partidos se alejan -como olas cuando han lamido la arena de la playa- una vez alcanzado el triunfo o tras la celebración de las elecciones! Y lo peor es que, a tenor de lo que oteamos en el horizonte, no están por la labor de abrir de par en par las ventanas para que entre el aire fresco de la democracia más pura.
Me pregunto por qué no se crea un tribunal ‘supremo’ que analice la gestión de los partidos y los penalice, en el supuesto de que, sin causa justificada, no cumplan sus promesas; y por qué no existe un comité de ética que denuncie y expulse a todos los que persigan fines ilícitos, vías de autopromoción, mientan o sean cogidos en falta, evitándose escenas de ‘caza de brujas’, enredos y declaraciones no creíbles. La financiación -asunto grave-, los cargos y encargos tendrían que ser fiscalizados para evitar la sospecha.
Parte de la crisis que afecta a los partidos políticos se debe no solo a que no consideran a las minorías de otras opciones, sino a que ignoran a las que no se presentan a las elecciones («como son pocos, escasos votos pueden darnos o quitarnos»). Si bien olvidan que un voto puede adueñarse de la voluntad de una corporación con ansias de mayoría absoluta (Granada lo ha sufrido), al mismo tiempo que no aceptan el principio de que la verdad vive repartida en inmensos archipiélagos.
En el III Foro Social Mundial, celebrado en Porto Alegre, se debatieron los temas candentes de la democracia. Paulina Fernández C. reivindicó el ‘derecho a la acción y a la palabra’ contra los dueños del mundo -el dinero y el poder-, en «un proceso permanente de búsqueda y construcción de alternativas», e hizo una larga lista de los principales pecados de los partidos, que resumo en los siguientes: 1) «En términos ideológicos, los partidos políticos se han vaciado». 2) Existe una «confusión conceptual que conduce a llamarle democracia a unas simples elecciones, con todas sus nocivas consecuencias prácticas». 3) Los partidos políticos se aíslan, en su beneficio, «restando toda posibilidad al ejercicio de otros tipos de democracia desarrollados por los ciudadanos». 4) Al amparo de una representación formal, «los partidos políticos van tomando el lugar, la palabra y la voluntad de la sociedad civil, negociando y decidiendo en su nombre, sin sentirse obligados a considerarla, sea para consultar, sea para informar». 5) La gente, en general, «no se siente, no se encuentra representada por los partidos políticos, por lo que los problemas sociales se ventilan, se dirimen, y con frecuencia se intenta resolverlos en otras arenas de lucha, directamente con los detentadores del poder público». 6) Se propicia el alejamiento de la sociedad dentro de sus organizaciones, «dando por resultado una separación creciente entre direcciones y bases partidistas, y repitiendo en su interior la misma usurpación de representación por parte de sus dirigentes». 7) «La identidad, los principios históricos y la independencia de los partidos se han ido abandonando al mismo ritmo y en la misma medida en que se han ido reduciendo sus objetivos a pedirle al gobierno que los provea de recursos financieros y de espacios en los medios masivos de información, indispensables para la sobrevivencia y reproducción del aparato de cada partido». 8) «Los militantes han sido substituidos por el Estado en cuanto al financiamiento de los gastos cotidianos y de las actividades electorales del partido, y el trabajo político propio del militante en otras épocas es realizado ahora por agencias de publicidad, empresas comerciales y medios de comunicación principalmente electrónicos». 9) «Cada vez es más frecuente y abundante el número de casos de militantes y dirigentes que circulan de un partido a otro sin importar antecedentes ni posiciones político-ideológicas».
Ernesto Ladrón de Guevara ha hablado de «un asalto antidemocrático del poder político», y de que «El sistema de partidos actualmente tiene más que ver con la oligocracia y la endogamia partidista que con la solución de los problemas de los ciudadanos y las políticas de Estado».
Sin medios de comunicación exentos de ataduras, sin una libertad de expresión que no admita comisarios que vigilen, anoten o emitan mensajes de ‘a ese ni agua’, no puede haber democracia. Seguirán venciendo, sí; pero no convenciendo.