Publicado en Granada Hoy el 10/03/2007.
LA ESQUINA. José Aguilar
EL Ayuntamiento de la capital de Andalucía va a aprobar la semana que viene, y pretende poner en vigor antes del verano, una ordenanza contra el vandalismo urbano que ya hace estragos. La ordenanza es prolija y minuciosa, tal vez en consonancia instrumental con la cantidad de conductas incívicas que pretende sancionar. Su nombre prosopopéyico también hace honor: Ordenanza Municipal de Medidas para Fomentar y Garantizar la Convivencia Ciudadana en los Espacios Públicos de Sevilla. Ahí queda eso. Se trata de una normativa ambiciosa, que regula y castiga desde el daño al mobiliario urbano a la mendicidad coactiva de los gorrillas, de los grafitos a los petardos, de los insultos sexistas o xenófobos al maltrato a los animales. .. en fin, todo aquello que perturba la convivencia de los ciudadanos con una reiteración que empieza a ser insufrible. Bien pensado, y esperemos que bien ejecutado.Hay, sin embargo, un aspecto de la ordenanza en el que el ansia civilizadora de los munícipes sobrepasa con creces la capacidad de que disponen: el que pretende reprimir, con multas o trabajos sociales en beneficio de la comunidad, los gritos intempestivos y los ruidos. Tal propósito colisiona frontalmente con la forma que los sevillanos, andaluces y españoles en general tienen de relacionarse en su vida cotidiana.Si el Ayuntamiento y los policías locales que han de velar por el cumplimiento de esta parte de la ordenanza se toman en serio su trabajo, aquí se va a ver un ejemplar. Por lo pronto, tendrían que desalojar, con sanciones bajo el brazo, al noventa por ciento de los clientes de todos los establecimientos hosteleros. Aquí, en cuanto nos juntamos más de tres, hablamos a grito pelado. Antes, cuando viajábamos al extranjero desarrollado, nos llamaban la atención las autopistas, las tiendas y la cantidad de gente guapa. Ahora lo que nos impacta y nos diferencia es la dicreción de las conversaciones y el sosiego con que se hablan y se reúnen. El silencio. No el de los corderos, sino el de los educados. ¡Qué envidia nos dan!Y si habría que cerrar los bares para cumplir la ordenanza contra el vandalismo acústico, ¿qué me dicen de los llamados “ruidos intesmpestivos”? A ver quién se atreve a meterle mano a los que oyen música superdecibélica a altas horas de la noche, perpetran el bricolaje el domingo o radian urbi et orbi su banal conversación por el móvil en cualquier lugar público? No se necesita una ordenanza, sino una cultura nueva. O sea, un par de generaciones más.