Publicado en Ideal el 14/11/2008.
José Prados Osuna.
Desde hace algún tiempo algunos colegas me vienen insistiendo en que debería expresar mi opinión sobre el tema de Cajas de Ahorros, ahora que se ha puesto en tela de juicio tanto el papel que las mismas han tenido en la crisis financiera, las pretendidas fusiones, como el que han desarrollado a lo largo de los últimos años en cumplimiento de sus fines sociales y que les diferencia de las entidades bancarias tradicionales.
Desde mi punto de vista y conocida mi afición a este asunto, no tengo por menos que partir de la base de los elementos que las definen y califican. Constituyen una amplia variedad de características que las diferencia de los bancos y le otorgan posiciones privilegiadas en los mercados financieros.
En primer lugar, no son empresas capitalistas que se encuentren sometidas a los vaivenes de la bolsa, ni por tanto tienen que dar cuenta a los operadores de esos caprichosos mercados, que en multitud de ocasiones responden a criterios exentos de componente económico.
En segundo lugar, los titulares de estas entidades son los ciudadanos, aunque la legislación les ha permitido a los partidos desembocar en ellas y actuar obedeciendo a criterios que responden a los intereses de los partidos y no a los que corresponden a aquellos, habida cuenta de la terrible disfunción que presentan en cuanto a la predicación y al reparto equitativo del trigo.
En tercer lugar, se encuentran esencial y fundacionalmente implicadas de forma directa en el desarrollo de su zona de influencia y así suele expresarse en sus estatutos.
En cuarto lugar, contribuyen a través de la Obra Social en el fomento cultural y social, dedicando parte de sus beneficios a tal función.
Las ventajas que las Cajas de Ahorro presentan frente a los bancos pueden ser, entre otras, las siguientes: 1) Ajenas a los movimientos especulativos de Bolsa, por lo que su capital se encuentra exento de pérdidas en momentos de graves dificultades. 2) Deben participar activamente en la planificación y ejecución de los programas de desarrollo local y regional orientando sus inversiones hacia aquellos sectores, considerados prioritarios en los programas. 3) Esta especialización les otorga una ventaja competitiva de extraordinario valor frente la banca tradicional, ya que al implicarse de tal modo, se especializa en la región y capta la confianza y los recursos de empresas y particulares, conoce a la perfección los riesgos de sus operaciones. 4) No tiene que repartir dividendos a accionistas, reinvirtiendo en obra social y en reservas los beneficios obtenidos.
SIN embargo, ha sido tradicional el constante empuje que las entidades bancarias y el sistema capitalista en general ha ejercido contra las Cajas empecinados en fusiones y en su transformación en entidades por acciones. Ya en otras ocasiones y en este mismo medio he afirmado con contundencia, que ninguna Caja de Ahorros que se haya transformado en capitalista por acciones haya logrado sobrevivir, pues ha sido eliminada por el sistema que no consiente la competencia de este tipo de sociedades mutualistas. En Europa sólo Alemania, Francia y España han resistido a la transformación y por ello permanece vivo este componente fundamental de su economía. Respecto de las fusiones, a través de este mecanismo, se establece el paso previo a su transformación. De ahí el interés que las grandes Cajas han expresado por su modificación fundacional, toda vez que su gran dimensión las despega del territorio.
En lo relativo a fusiones, creo que hasta la saciedad hemos afirmado que jamás se ha demostrado, ni teórica, ni de forma practica, que las fusiones signifiquen alguna mejora que les permita competir de forma más adecuada; es más, al crecer y romper de forma significativa su apego al territorio, pierden su capacidad competitiva y se comportan frente a los mercados de forma idéntica a los bancos generalistas. Se han escrito riadas de tinta por los expertos que niegan tales beneficios, economías de escala o cualquier otra ventaja que aconseje tales procesos. Es más, las fusiones que se pretenden obedecen a criterios de poder político y nunca técnico, pues constituye una barbaridad económica concentrar entidades que operan en el mismo territorio, pues abren brechas de competitividad a favor de la banca y dispersan los beneficios fundacionales que obligan a las Cajas a implicarse en el desarrollo y en las asistencias que definen su vocación territorial y mutualista, además de generarse excesos de plantilla por cierre de sucursales y concentración de personal de servicios centrales, cuando los objetivos de productividad (gravemente escasos en nuestro país) deben guiar nuestras actuaciones. El Informe Revel así lo avala y otros trabajos de la CECA, AFI, mi propio trabajo de doctorado sobre este asunto, así lo han demostrado de forma irrefutable.
OTRA cosa es la monomanía de concentración de la actividad económica y poder político en el que se encuentran inmersos nuestros representantes políticos de uno y otro signo, afectos por el dominio de todo lo que se mueve, aunque en ello vaya la vida y el objetivo rimbombantemente expresado en los principios de nuestra autonomía y aunque en ello se pierda el instrumento más eficaz que tienen los ciudadanos para dinamizar el desarrollo de su comarca o zona de influencia. Andalucía se resume desgraciadamente en dos, Málaga y Sevilla y para eso se fusionaron las Cajas de Jerez, Huelva, El Monte y San Fernando, para constituir precisamente el eje que contrapusiera las otras concentraciones que giraron en torno a Unicaja. El resto no cuenta.
SIN embargo es preciso hacer saber que si las Cajas no han tenido la influencia que debiera haber sido deseable en cuestiones de desarrollo, se debe fundamentalmente al perverso y viciado sistema de situar en el poder a elementos procedentes de partidos que obedeciendo fielmente las consignas del mentador, son proclives al mando y al goce y disfrute del cargo, difícilmente proceden del sistema, no lo conocen, ni saben defender el hecho diferenciador que les distingue del modelo bancario, enfrentado en su concepción y tan parecido en su ‘modus operandi’.
Precisamente por ello, en la crisis que aplasta nuestras cabezas, será preciso conocer las actuaciones que los Consejos de Administración y demás ejecutivos han tenido, si se ha incumplido la filosofía y principios que inspiran las Cajas, si se han utilizado las burbujas para especular y crear beneficios ficticios, si se ha buscado en los ejecutivos proclives el silencio cómplice y por ello se ha abandonado la profesionalidad, el conocimiento y los principios éticos que aunque en escasa cuantía, aún deben perdurar en el sistema y especialmente en las Cajas de Ahorro. Esta debe ser la línea de intervención de la Autoridad Monetaria y que con la colaboración del Gobierno Autonómico, debe sentar las bases de cumplimiento de los coeficientes legalmente establecidos, política de riesgos, política de nombramiento de ejecutivos y el cumplimiento de los fines fundacionales de estas instituciones. Fusionar para disipar responsabilidades o justificarlas en base a la crisis del sistema, es renunciar a un extraordinario instrumento de apoyo a la economía territorial en base a razones de perverso interés por concentrar el poder y deslocalizarlo de sus auténticos dueños. Por ello mi apoyo a Caja Granada y a la persona de su Presidente que ha sabido entender con claridad el meollo de este delicado asunto.