Publicado en Granada Digital el 01/05/2007.
Juan Fernandez Molina
Sr. Director le rogaría que publicase esta carta en su diario, con la cual deseo mostrar mi perplejidad por una circunstancia que es extraña y, creo, que intolerable.
Llevo varios años en Granada desde que fui trasladado por motivos profesionales desde Alicante, donde residía. Vine en 1984, hace ya por tanto más de dos décadas y considero a ésta, la ciudad donde han nacido mis hijas, como la mía. No soy una persona que pueda llamarse de derechas, pero desde luego, sé que no soy de izquierdas. Me considero de centro moderado. No hace falta que diga a quien voto porque lo considero irrelevante y además unas veces he votado a unos y otras veces a otros.
Tras hacer esta protestación debo decir que me he quedado totalmente desilusionado con una circunstancia que he vivido en primera persona; algo que he me ha hecho pensar que los malos hábitos están alojados en muchos de nuestros políticos, que no dudan en emplear recursos públicos para su propio beneficio, algo que aún pudiendo ser legal, es claramente reprochable y poco ético.
Hace unos meses que vengo siguiendo las actuaciones del concejal de Cultura, señor García Montero, al que descubrí, por casualidad, y digo que fue así, porque nada más lejos de mi pensamiento de que un representante público, en un local privado, pudiera hacer negocios particulares, confundiendo lo público con lo que no lo es. Me explicaré. He escrito una novela sobre la expulsión de los moriscos del reino de España en el siglo XVII. Ilusionado como estaba comencé a buscar quién y cómo podría publicarme este texto, que tal vez no sea propia de Camilo José Cela, pero que para mí, que lo he escrito con todo cariño y esfuerzo, es un documento digno e interesante.
Por medio de un amigo me enteré que existía una colección en el ayuntamiento que podría acoger mi obra, concretamente “Granada Literaria”, y hacia allí me dirigí, hacia el área de Cultura conduje mis pasos y con poca dificultad, ciertamente, fui atendido por quien resultó ser el Coordinador de Cultura, al que tras contarle mi propósito, me dio una dirección de la calle Martín Lagos, donde encontraría la editorial Atrio, S.L., que, según me explicó, era quien canalizaba todas estas iniciativas literarias en la ciudad de Granada. Debería preguntar por don Javier Cervilla, que me atendería y me diría qué hacer para que mi novela pudiera publicarse.
Me entrevisté con dicho señor, que dicho sea de paso, no me atendió con la diligencia que esperaba para tratarse de “una empresa colaboradora en las publicaciones municipales” según se me había informado.
Volví pocos días después para proseguir con mi empeño, lógico por demás, de publicar mi obra. Y en este momento surgió la primera sorpresa; fui atendido amablemente por el actual concejal de Cultura del Ayuntamiento de Granada al que conocía por la prensa y que allí estaba. Para mi sorpresa comenzó a hablarme de una manera que al principio hacía que no me situara bien, pues parecía hablar de modo que la editorial “Atrio, S.L.” fuese suya, algo que estaba lejos de mi pensamiento. Le conté todo el proceso y como el señor Carmona, coordinador de su área, me había dirigido hacia allí, por ser Atrio, una editorial colaboradora del Ayuntamiento, un extremo que él no me negó, pero que cuando yo se lo hice saber, comenzó a hablar de manera que nada, absolutamente, nada ya, parecía tener ni lógica ni sentido. Que sí pero que no, que no pero que sí, que él podía ayudarme pero que sólo dependía de mí si tenía voluntad de apoyar económicamente la edición y que en su caso él podría estudiar si buscaba una ayuda para publicar la obra, pero eso sí siempre, con su editorial, Atrio. Finalmente, tras una conversación de media hora poco más o menos, me dijo que también podría dirigirme a la Academia de Buenas Letras de Granada con la que Atrio y el Ayuntamiento tenían una especie de acuerdo y sí allí le daban el visto bueno, por tener calidad suficiente, la novela se publicaría sin constarme ni un euro, pues el coste lo asumiría el Ayuntamiento.
No me gustó nada aquello por la manera poco clara en que se había producido. Valiéndome de un amigo que se mueve en el mundillo literario, me puse en contacto con un miembro de la Academia de Buenas Letras, que me recondujo nuevamente hacia Atrio, S.L., en la calle Martín Lagos, adonde volví y fui atendido otra vez por el señor Cervilla, quien con aún menos talante y corrección que en la primera ocasión, me dijo literalmente que si quería publicar mi obra tendría que poner 3000 euros y que el dinero restante lo buscarían ellos, Atrio, a través de la concejalía de Cultura.
Como no me gustó nada la forma en que se estaba conduciendo el asunto, conocedor como ya era en ese momento de que el propietario de Atrio era el mismo concejal de Cultura, decidí dirigir mi iniciativa hacia otro lugar donde fuese atendido con toda transparencia y no como si de algo oscuro se tratase.
No obstante, haciendo algo que es propio de mí, comencé a indagar sobre qué pensaban en el mundo literario y de las letras de Granada sobre la existencia de esta confusión de roles del señor García Montero, entre su área municipal y su empresa, editorial Atrio.
Lo que he sabido me ha llenado de turbación y de sonrojo. Al parecer Atrio se constituyó poco antes de finales de 2002 y desde que el señor García Montero llegó al Ayuntamiento ha aumentado su volumen de negocio y trabajo de manera exponencial. Además he conocido otros autores y escritores que han sufrido al igual que yo el mismo trato confuso, que han padecido la misma sorpresa ante la dualidad de actividades del concejal de Cultura y algunos otros aspectos más de su proceder que no parecen, al menos para mí, demasiado éticos. Sobre la actividad económica de la empresa del señor García Montero, en ambientes literarios se dice abiertamente que está beneficiando claramente a su empresa; que con su sello, con su influencia, sus contactos e incluso sus presiones, en poco más de tres años ha publicado casi tantos libros como las grandes editoriales españolas. Basta una breve consulta al registro del ISBN para ver que eso es así. Sin incluir aquellas otras producciones, según parece, en la que no figura su sello editorial pero que se hacen por sus auspicios, en el seno de la misma.
No puedo decir que lo que haga el señor García Montero sea ilegal porque no tengo los datos suficientes, pero lo que si que manifiesto es mi sorpresa y casi indignación por algo que tiene pocos visos de ser ético. Me ahorro comentar en esta carta que escribo para expresar mi protesta, todo aquello que sobre este personaje de la política granadina y su editorial, he oído. Sirva esta carta que ahora dirijo y que espero que publique en su diario para expresar mi indignación por la posibilidad de que un político mantenga tal confusión entre lo que es la público y lo que son claramente iniciativas privadas