Publicado en Ideal el 09/05/2009.
Manuel E. Orozco Redondo.
La reciente polémica desatada por la familia de José Guerrero y la Diputación me da pie a escribir algunas consideraciones de lo que está pasando en nombre de la cultura.. Los distintos partidos políticos se han vuelto muy sectarios optando por determinados artistas y sus familias a las que no saben como agasajar , ni dudan en enriquecer haciendo banderías de sus nombres, prestigio o historias. Hoy, son determinados grupos de presión los que dictaminan quién o no es artista, pues en este estamento también funcionan las ideologías y, según con quién se esté, se es más o menos artista a base de adhesiones y propaganda. En cuestión de premios se está llegando a premiar lo mediocre, cuando no lo obsceno y hasta lo absurdo. La familia de José Guerrero tiene razón cuando dice que no quiere politizar el museo, eso les honra, pero tampoco es lógico que sea una institución de la ciudad la que corra con los gastos y ellos solos sean los beneficiarios.
En este sentido, lo que recientemente ha comentado José Antonio Fortes sobre Federico García Lorca, no deja de tener una lógica aplastante y mucha razón, que nada tiene que ver con su enorme valía, sino que hay mucha gente que tiene mucho interés en hacerlo de los suyos, sea como sea y hasta lo tergiversan y lo encasillan. En este contexto se puede entender por qué, Luis García Montero, como representante de estos “cultos” de izquierdas, tiene que llegar a insultar a un compañero de Facultad, ya que no pueden consentir que sus ídolos, de los que consiguen su autoridad y prestigio, no sean lo que ellos desean . El caso más evidente es el de Ian Gibson, que es un adalid de esta “cultura” y por la cual no deja de ser favorecido por la clase política “reinante”, mientras se silencia a magníficos artistas o narradores sensatos y veraces de aquella realidad o de sus personajes. Todos los ayuntamientos están muy sensibilizados con eso de la “cultura” (el pueblo no se atreve a decir nada y aunque vean, como en el cuento, al rey desnudo, todos se callan), y se les llena la boca propiciando espectáculos, movidas y esa seudocultura que, como nos dice José Ladrón de Guevara, “se ha reconvertido en mero espectáculo mediático, puro mercantilismo comercial, a cargo de artistas y escritores venales, vendidos al poder, subvencionados y mimoseados, que en ningún momento cuestionarán los abusos del Sistema ni las arbitrariedades de los que controlan y reparten el pastelón de los presupuestos, favoreciendo y propagando la mediocridad de los que aceptan y aplauden a sus benefactores”.
Desde esta absoluta realidad y ante la crisis económica y de valores que padecemos, se debe intentar reconducir la situación actual para que los municipios, las diputaciones, las instituciones, las autonomías, el estado de esta alocada y plurinacional España, no sigan endeudándose a base de construir museos, casas de tal o cual, dar premios a todo tipo de mediocres o encumbrar lo que no debe ser conocido y que, además, en nada mejoran a los ciudadanos. El arte es otra cosa y un artista verdadero no es cuestión de color político, sino que son los años, la historia y el pueblo los que se sienten enriquecidos por obras de personajes únicos e irrepetibles. Por el contrario, esta dudosa cultura en lugar de consolidar a las ciudades, las desestructura a base de ofrecer futuros de progreso sin saber a dónde se va ni apreciar la calidad ante tanta majadería y liviandad. Los políticos, bajo la influencia los “cultos dominantes”, se dejan querer a base de poner dinero y de auparlos por medio de los premios o de favorecerlos, mientras el pueblo trabaja en el anonimato y paga todos los caprichos, desde el silencio y la resignación. Desde hace mucho tiempo se ha llegado al derroche y al abuso. Como ejemplo, me parece excesivo que la Diputación, sin tener derecho a nada y sin que adquiera algún día propiedad sobre ninguna de las obras del Museo Guerrero, haya pagado ya 14 millones de Euros, mientras la obra familiar se revaloriza enormemente a costa de la propaganda que se le hace desde Granada. Los municipios no pueden seguir endeudándose en estas condiciones, mientras las familias se hacen ricas a costa del pueblo que, por otro lado, no acaba de entender determinados artes, que, en muchos casos, son un engaño. Los políticos, en su interés, han creado unas “élites” culturales que le han permitido elevar a los altares a determinadas familias de artistas, cuando estos nunca podrían imaginar lo que se iba a exigir por sus obras. No veo a Manuel Falla pidiendo enormes cantidades de dinero (y menos que se lo dieran) por tener expuestos sus manuscritos y objetos personales al público y tampoco veo a Federico García Lorca exigiendo o queriendo un gran museo o que le coloquen a su familia. Ellos, como grandísimos artistas, volcaban su talento en la búsqueda de la calidad, en el deseo de mejorarse y mejorar la sociedad Este es el valor del verdadero genio unir la moral y el arte, la ética y la estética. Todo lo contrario de lo que sucede hoy entre el apego al poder, al dinero y a la vanidad.
Los grandes culpables de la situación, no son solo la clase política, sino los “intelectuales”, estos grupos de presión de lo correcto de la “cultura”, que se ha pegado al poder como el perro a su amo y no dejan de pedir prebendas y de exigir cuotas de vanidad; lo cual está tan alejado del artista como la tierra del cielo.
La idea de “Ciudadanos por Granada” no es otra que intentar desenmascarar a aquellos que, Münzemberg llamaba “El club de los inocentes”, al que pertenecen artistas, directores del cine, científicos, publicistas, escritores y periodistas para que se dejen de sectarismos y se dediquen a criticar los abusos, la injusticia y la corrupción, esté donde esté; lo contrario, es una insoportable inmoralidad. Intentamos apelar a este colectivo granadino para que sepa ver y juzgar con honestidad, trasmitiendo al pueblo la grandeza del auténtico arte sin negocios inconfesables. Y ayuden con su buen criterio a poner coto a muchos herederos convertidos en parásitos de las arcas oficiales.
En esta noble lucha por el triunfo de la verdadera cultura nos estamos jugando el futuro de los auténticos valores de nuestra noble civilización occidental.