Un grupo de jóvenes opina sobre las denuncias de este inicio de curso en los conatos de botellón y aunque están de acuerdo, propone otras alternativas y un comportamiento cívico a todos.
Publicado en Ideal el 13/10/2007.
LAS multas disuasorias están dando, por lo menos por el momento, su resultado entre los jóvenes. No quiere decir esto que ya nadie beba alcohol en la calle fuera del botellódromo. Siempre hay grupos que se resguardan en alguna placeta, esquina o escalones de cualquier calle para beber alcohol. Eso sí, setecientos euros por hincar el codo -y no para estudiar- en cualquier rincón de la capital granadina para echarse al cuerpo unos cuantos grados de etílico, tienen su efecto. Las multas que ha puesto estos días la Policía Local están haciendo que los jóvenes aprendan que beber en la calle, fuera del botellódromo, permite sanción. No es nuevo, porque la ley antibotellón estaba vigente desde el curso pasado, pero parecía que se había olvidado en este inicio de curso y los jóvenes están examinándose de nuevo a base de multas.
Que le multen a uno por ir con un megáfono dando voces tiene guasa. En este caso que ha sucedido estos días de las novatadas y barriles -fiesta universitaria- no es por beber en la calle -ley antibotellón- sino que está regulado en una ordenanza municipal. No obstante jóvenes como José Alberto Castillo, granadino que está estudiando Arquitectura Técnica, reconoce que todo el mundo tiene derecho a descansar y a que la ciudad esté limpia. Universitarios como José Alberto consultados por este periódico opinan sobre las multas y el comportamiento de algunos de sus compañeros en este inicio de curso. Eso sí, algunos dejan claro desde el principio que no sólo hay universitarios en los conatos de botellón y en el botellódromo.
Rocío Medina, es almeriense y estudia en la Universidad de Granada desde 2003, no condena las multas. Le parecen bien porque «para eso se ha habilitado un botellódromo» y porque, además, hay una ley que hay que cumplir. Apoya que se haga botellón, pero en el lugar que se ha habilitado para eso y critica el «elevado precio de las copas en los pubs». Reconoce que en ocasiones no hay modales entre los jóvenes, por eso, le parece bien que se ponga sanción económica e «incluso en ocasiones debería ser mayor».
José Alberto Castillo apunta, sin embargo, que además de la sanción económica se podría castigar con trabajos sociales. «Deberían estar los sábados por la mañana, madrugando, ayudando a la gente para que sepan lo que es trabajar», matiza. A los precios de las copas en los bares y por qué se hacen en ocasiones botellón, Jose Alberto contesta también con contundencia. Los jóvenes hacen botellón por el precio de las copas y por el «garrafón».
Este joven universitario mantiene que a veces no se puede ir a los pubs porque «te ponen veneno». Por eso, no se corta a la hora de pedir una ley específica de protección al consumidor para poder reclamar y que «los procesos no se eternicen».
Fran y María Esther, estudiantes de Ciencias Ambientales, tampoco son de Granada y no comparten tanto lo de la sanción económica. A su juicio sería más positivo y tendrían más efecto cursos o trabajos sociales. Beatriz Gómez, alumna de Biología, también entiende que lo que hace falta es hablar y llegar más a los jóvenes informando de los verdaderos efectos del alcohol. «Los jóvenes los conocen, pero no son o no somos conscientes de lo que verdaderamente nos puede ocurrir o influenciar». A su juicio es necesaria una mayor concienciación entre el sector juvenil. Francisco Javier, granadino y estudiante de Biología, tampoco critica las multas. Dice que sabe que existe esa posibilidad de multa, no obstante admite que las cuantías las desconocía. No está en desacuerdo ni en que se multe por beber alcohol en la calle ni por lo que registra la ordenanza municipal sobre ruidos… Bueno, de lo de las cuantías de las sanciones quizás habría que hablar y no lo tiene tan claro. Así, cuando esta pregunta se hace a quienes les han sancionado las respuestas son muy diferentes. Los jóvenes saben que deben respetar el orden de la ciudad, pero también piden que se les respete a ellos. ¿Cómo? Con calidad y no con garrafón, con buenos modales y no con gritos ni descalificaciones y mimándolos un poco más en los alquileres y propuestas de ocio así como en otras actividades.