Publicado en Ideal el 19/12/2006.
Gregorio Morales
TORRES Hurtado lleva razón en su intento de convertir en centro cultural el antiguo Banco de España. Comprendo que la Junta quiera instalar allí una escuela de fiscales, tan necesarios para atajar la corrupción que nos gangrena, pero, en cualquier caso, no debería restarle protagonismo a la cultura. Ésta debe tener el papel hegemónico. No es sólo que la cultura sea un poderoso antídoto contra la corrupción. Es que constituye lo mejor que Granada puede darle al mundo. Vivimos en una ciudad que está a la vanguardia estética del país. Aquí se han creado y debatido las tendencias creativas más renovadoras del último siglo. A la Granada vanguardistas de Lorca, hay que añadir la Granada de Versos al Aire Libre, la de Poesía 70, la de la Experiencia más, luego, la de la Diferencia, con sus correspondientes y, a veces, enconadas polémicas.
Quiero creer que me encuentro en un sábado cualquiera del 2010 y que he decidido hacer un viaje. Visitar museos y escuchar recitales y conferencias es emprender una ruta hacia la originalidad, la inteligencia, la osadía y la belleza. Podría vivir sin viajar por el mundo, pero moriría si hubiera de renunciar a viajar por los hombres.
Me dirijo al macrocentro de Caja Granada, junto al Cubo. Ponen una muestra de Poesía 70, para la que Juan de Loxa ha aportado inapreciables materiales, entre ellos, históricas grabaciones. Me compro el catálogo, que, además de poemas, fotos, manifiestos y pasquines, incluye un cd con las voces de los más cruciales poetas granadinos. Camino luego hacia el Centro de Puerta Real que, al alimón con el de San Antón, ofrece una antológica de Xaverio, el pintor que ha revolucionado los colores y las texturas. Me abismo en su cambiantes superficies. Lleno de estímulos, franqueo el centro José Guerrero, en la calle Oficios, que reúne obras de Manuel Rivera. Recalo a continuación en el García Lorca, en la plaza de la Romanilla, que muestra los dibujos originales del poeta junto a significativas obras pictóricas de sus coetáneos, demostrando hasta qué punto Federico era también un renovador en la pintura.
Tengo tiempo aún para poner el pie en el Museo de la Prensa, en la calle San Matías, donde acaba de inaugurarse la muestra ‘Periodismo granadino de investigación. 1886-2010′. Me asombro de cuánto han luchado algunos periodistas contra el oscurantismo y la mentira.
Estoy exhausto. Necesito reponer fuerzas. Me refugio en el Banco de Creadores, antigua sede del Banco de España. Los viernes y sábados permanece abierto durante toda la noche y hasta se ha constituido en una alternativa cultural al botellón, aunque hay gente de todas las extracciones y edades. Se ofrecen recitales, tertulias, debates, talleres, proyecciones, performances y conciertos hasta las 7 de la mañana. Noctámbulos, curiosos, solitarios, aventureros y gentes de la cultura se dan cita en él. Quien lo desee, puede tomar un ejemplar de la biblioteca y leerlo donde le plazca. En la Sala de Cine, proyectan películas que transcurren en Granada. En otra sala, unos jóvenes improvisan rock. En habitaciones contiguas, la gente pinta, debate, hace fotos Un grupo de amateurs emite un programa radiofónico. Ceno en la cafetería y, con un café en la mano, me siento a escuchar los poemas que varios jóvenes desgranan ante interesado público. Para nada es un deseo. Casi todo lo anterior existe ya. Falta el colofón: un banco vivo, un banco que invierta y genere intereses culturales, es decir, un Banco de Creadores. Granada lo necesita. Y, además, se lo merece.