Publicado en Ideal el 18/05/2008.
Mario Ortega Rodríguez
EL ruido es un producto de deshecho, una escoria con aristas que sabe amarga y huele agria. El ruido es desperdicio y, como toda basura, es un dispendio energético. Hay una relación directa entre eficiencia energética y ruido. Lo que cumpliendo su función no hace ruido es mas eficiente. No todo sonido es ruido, pero sí todo ruido es sonido. Para que se produzca un sonido hace falta invertir energía. El ruido es una onda que se trasmite en un medio material, el medio vibra. Si el sonido no tienen función, no sirve para nada útil o placentero, entonces es cuando hablamos de ruido. Una máquina, por ejemplo un coche o una motillo, que produce exceso de ruido está consumiendo mas energía que la que necesita para realizar el trabajo para el que ha sido diseñada. La eficiencia de nuestros vehículos a gasolina es muy baja, está en el entorno del diez por ciento de la energía química contenida en el combustible, el noventa y dos por ciento restante se tira en forma de calor y ruido. Digo todo esto porque hemos aprendido a protestar por las basuras y no nos damos cuenta que el ruido es también basura. Como toda basura es un indicador del grado de civismo de una sociedad. Una ciudad ruidosa es una ciudad incívica, inhóspita, insalubre, llena de suciedad acústica. Sí, insalubre también, el ruido produce estrés, «ansiedad, angustia y desesperación», y no favorece para nada la paz social, la salud mental o la corporal. Pero además, como el ruido de fondo en las ciudades está causado por el tráfico, podemos afirmar que luchar contra el ruido es luchar contra la contaminación atmosférica, las alergias y el cambio climático. Y reconducir nuestro modelo ineficiente de movilidad. Afirmo entonces que una ciudad ruidosa es una ciudad insostenible, una ciudad a la que no le preocupa la salud de los ciudadanos ni la salud del planeta. El Mapa de Ruidos de Granada ofrece luz científica sobre este asunto: muchísimas calles de Granada son ruidosas o muy ruidosas, superan durante muchas horas del día y de la noche niveles de decibelios admisibles. Si el ruido imprime carácter, esta claro que el carácter de esta ciudad es irascible. El ruido llama al ruido, es necesario gritar para entenderse, una dificultad añadida para provocar empatía. Vivimos en una ciudad con mucho jaleo de fondo. No quiero dejar a parte los ruidos estridentes o puntuales. Motillos y motancas, obras, recogida de basuras, recogida de terrazas, maquinitas de limpieza nocturna y diurna con motores a gasoil, griterío, botellonas y no se cuantas cosas mas. Un vistazo a las causas de estos ruidos nos conduce a una culpabilidad compartida, todos hacemos ruido. Lo que ocurre es que quien tiene que velar para bajar los niveles de ruido, no lo hace. El ruido no tiene importancia para nuestros gobernantes. Cuando hacen algo contra el ruido se equivocan plenamente o luchan contra la diversidad religiosa, como en el caso de la multa por ruido a la iglesia pentecostal Power of Christ Mission de la Chana. Corregir antes que sancionar hubiese estado mejor en este caso. Es fácil elegir un chivo expiatorio. El carácter estridente de nuestra ciudad indica que el medio ambiente y la salud ciudadana no es una prioridad para nuestros gobernantes. Quiero creer que no es una traslación de su carácter. Del rumor del agua al clamor del tráfico ha pasado menos de medio siglo. Pronostico que sin conciencia ciudadana y sin dirección política hacia la sostenibilidad Granada será una ciudad de cajas destempladas.