Publicado en Ideal el 17/07/2007.
Carmen Pérez Porcel / Ciudadanos por Granada.
Hoy en día los debates televisivos suelen tener casi todos la misma puesta en escena; un moderador en el centro y los invitados a los lados, ocupando cada uno su sitio en la mesa según sea el tema debatido y la postura que éste defienda. partir de aquí, será la propia dinámica del debate, la vehemencia de los invitados o el enfrentamiento entre ellos durante el debate (previo o sobrevenido), lo que determine el resultado final del mismo que puede ser, desde un simple intercambio de ideas, hasta una verdadera pugna dialéctica donde la falta de argumentos para debatir se sustituyen, a la primera de cambio, por las amenazas veladas y los insultos sutiles. Si se intercambiasen golpes en lugar de palabras, lo llamaríamos combate en lugar de debate, y en más de una ocasión poco les falta.
Los habituales de estas mesas de debate son una nueva especie televisiva conocida como «colaboradores». Que sean un poco de todo (políticos, profesionales, artistas, famosos, etc ) no quiere decir que sepan de todo, aunque algo en común si que tienen y es que interrumpen constantemente y no dejan exponer a los demás, especialmente a los que van por primera vez. Hacen alarde de sus dotes dialécticas, como si de un arte se tratara, para no permitir que «nadie les pise el poncho» (que diría doña Concha Piquer), intentando vetar así a los recién llegados. Pero afortunadamente no son ellos, sino las cadenas, quienes eligen a los asistentes, y por eso vuelven a encontrarse con aquel o aquella que creían haber dejado KO en su primer debate (o combate) y sin ganas de repetir.
La víctima principal de este tipo de encerrona televisiva son los invitados debutantes (las demás victimas son los espectadores que ven impotentes desde sus casas cómo, una y otra vez, se pone al principiante pardillo a los pies de los caballos). El día y hora que ha sido convocado, el pobre infeliz acude preparado y, sobre todo, documentado para su intervención, pero cuando descubre el engaño ya es demasiado tarde está sentado en el plató. El presentador no le da la palabra y además permite que los otros invitados (sobre todo los que hay sentados en frente) no le dejen acabar sus intervenciones. Una y otra vez pide, educadamente, la palabra y cuando por fin la tiene no le dejan usarla y menos aún le dejan utilizar la documentación que ha traído para ilustrar sus argumentos. Todo es inútil, no le van a dejan intervenir y, lo que es peor aún, los invitados que están en frente, con la connivencia del presentador, le atacan hasta cuando no intervine.
Puede parecer un relato exagerado, pero no lo es. En mayo de 2005 yo misma fui esa víctima en el programa ‘Mejor lo hablamos’ de Canal Sur, al que asistí en representación de la plataforma ‘Hasta aquí hemos llegado’. Había olvidado ya mi nefasta experiencia, cuando el pasado día 25 de junio me disponía a ver un debate en una televisión local. Cierto es que las comparaciones son odiosas, pero uno de los invitados me recordó a mí misma cuando era torpedeado por los dos que tenía sentados en frente.
Tenía especial interés en este debate, porque uno de los temas era -Ciudadanos por Granada (CpGr)-, asociación que habíamos presentado el pasado día 20 de junio en el salón de actos de la ONCE. El invitado al que antes me refería era Juan Manuel Segura (ex gerente de la Fundación Albaicín y miembro de CpGr), y los otros dos que había sentados enfrente, Juan García Montero (concejal de Cultura del Ayuntamiento de Granada) y Eduardo Torres (vicedecano del Ilustre Colegio de Abogados de Granada). No es mi intención la de atacar a unos para defender al otro, pero decir que Juan Manuel Segura es una persona honesta y comprometida, no es defensa sino evidencia, dicho sea sin poner en entredicho la honestidad o el compromiso de los demás.
Se utilizó el rencor durante el debate para atacar a Juan Manuel Segura en el plano personal, pero también se dirigió hacia el colectivo ciudadano que éste representaba, y por eso tengo que decir, alto y claro, que CpGr no surge por rencor hacia nada ni hacia nadie, pero sí con la firme determinación de hacer frente a los desencuentros que impiden que nuestra ciudad ocupe el lugar que le corresponde y, mal que le pese a quien sea, nos haremos oír.
Comentarios tales como «si ese es el rumbo que de CpGr, ¿mal empieza!», estuvieron totalmente fuera de lugar, pero hubo otro que a mí particularmente me llamó todavía más la atención. Conozco perfectamente nuestra página web (www.ciudadanosporgranada.org) pero volví a revisarla para ver dónde se decía que éramos un partido político ya que, según mi colega, Eduardo Torres, ese fue el motivo por el que el Ilustre Colegio de Abogados de Granada (suyo y mío, también) no asistió al acto de presentación de CpGr. Si es como lo dijo el vicedecano, desde aquí le hago llegar mi más enérgica protesta a la Junta de Gobierno por mezclar, torticeramente, este tipo de decisiones con la imparcialidad o neutralidad del colectivo, y al mismo tiempo permitir que uno de sus miembros, cuando asiste como tal a un programa de televisión, opine sobre una cuestión tan antisocial como la subida de los sueldos del alcalde y concejales. Ese tipo de opiniones son las que amenazan la imparcialidad o neutralidad del colectivo y no la asistencia al acto de presentación de una ‘Asociación’.
El comportamiento intachable que tuvo la cuarta invitada, hace que casi me olvide de ella. Es verdad que Lola Ruiz Doménech (concejala en la oposición por IU en el Ayuntamiento de Granada) no sigue las tendencias de la alta costura, pero da gusto de verla (y sobre todo oírla) siempre con el mismo traje, el de la prudencia y la honestidad, ése que nunca pasará de moda.