El Cuarto Real

Publicado en Ideal el 10/12/2007.

Remedios Sánchez.

Tengo para mí que los políticos granadinos son como matrimonios mal avenidos que aprovechan la más mínima para buscar pelea, la oposición por oposición. Son como Dolores Abril y Juanito Valderrama o como el dúo Pimpinela. Desafinan todo el rato aquello de «si te digo blanco, tu me dices negro, si te digo ‘toma’, tú me dices ‘tengo’» (tralará), pero inmersos en el siglo XXI y jugando con el parné ajeno. Por eso entiendo muy bien que ése impresionante arquitecto que es Antonio Almagro escribiese en IDEAL, con cierto tono de paciencia colmada, a propósito de la historia interminable del Cuarto Real de Santo Domingo, que lleva diecisiete años empantanado entre los unos y los otros, la Junta y el Ayuntamiento, el Ayuntamiento y la Junta y sus eternos fandangos de desafío o tonadillas ligeras de ideas, fruto de despejados cacúmenes. Dice Almagro que en el año 2000 el Ayuntamiento cortó todo diálogo con la Escuela de Estudios Árabes en la búsqueda de soluciones para el monumento. Lógico. Cualquier institución política, sea del signo que sea, suele tener la lamentable costumbre de no dejarse asesorar por expertos, y menos cuando esos expertos le dicen lo que no quiere escuchar o lo que no le interesa escuchar, que son dos cosas bien diferentes. Y la cosa se complica si la institución con la que tiene que negociar es de signo político contrario. Entonces ya está armado el Belén aunque estemos en primavera.

Sin embargo, la historia (interminable, sí) del que es el monumento residencial nazarí más antiguo que se conserva, ha pasado por fases tan paradójicas y tan surrealistas que tan sólo el recuerdo-recorrido que hace el señor Almagro, debiera sonrojar al personal si tuviera todavía ésa capacidad. Narra el arquitecto del CSIC que en el principio de los tiempos, a mediados de los noventa, el Ayuntamiento aceptó demoler el horrendo y deteriorado edificio decimonónico que está pegado a la ‘qubba’ y que es independiente estructuralmente, a fin de recuperar el jardín medieval que esconde. Contó entonces con el apoyo inicial de la Comisión Provincial de Patrimonio. Pero, hete aquí que, a poco, se descolgó la Dirección General de Bienes Culturales aludiendo al supuesto valor histórico -nunca justificado- del grotesco edificio, más que nada, por fastidiar al Ayuntamiento. Ahora, la Junta de Andalucía se ha convencido finamente de su error, ha entrado en razón y no se oponen al derribo. Pero aquí es donde brota de nuevo el problema: resulta que Isabel Nieto, concejal de Urbanismo, es ahora partidaria de conservarlo porque dice que no hay euros para arrasar el adefesio. Defiende que se rehabilite cuando la economía lo permita. Con lo cual, estamos en las mismas; unos blanco y otros negro. El nadismo elevado a la enésima potencia, que es lo que satisface en Granada. La cuestión es no hacer nada, dejar que la ‘qubba’ se estropee nuevamente cerrada a cal y canto y que no la disfrute la ciudadanía. Esperar a que el tiempo cumpla su misión y oculte un tesoro incómodo por motivos inexplicables, para echar luego la culpa al otro, que siempre habrá un fulano al que cargar el muerto. Si la ‘qubba’, Cuarto Real de Santo Domingo o lo que fuere, estuviese -pongamos- en Málaga o Sevilla, no es que se hubiese recuperado el jardín medieval a toda prisa; es que habría ya hasta guías turísticos y visitas organizadas con los guiris para presumir de arte e ingenio. Aquí, sin embargo, seguimos en el limbo que ha eliminado el Papa, esperando que la solución caiga como maná del cielo. Y la solución está clara y es barata. Mucho más que rehabilitarlo, que encima sería un delito de lesa estética; por si Isabel Nieto no tiene tiempo para pensarla por sus múltiples ocupaciones, ya se la doy yo desde esta columna mañanera: uso inmediato de maquinaria de demolición. De nada, Isabel. No es necesario que me den ustedes las gracias. Ya saben que estamos aquí para servirles. ¿O era al revés?

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