Nuevos límites para el segundo país más ruidoso del mundo

Publicado en Público el 20/10/2007.

España es el segundo país más ruidoso del mundo, después de Japón. Cada día, más de nueve millones de españoles soportan niveles de ruido que superan el límite tolerable, establecido por la Organización Mundial de la Salud en 65 decibelios. Y 13 millones de personas sufren problemas de contaminación acústica en su vivienda. El tráfico y las perforadoras de la calle, la música atronadora del vecino o un niño que grita en casa provocan que el ruido alcance, en ocasiones, niveles insoportables. Ante esta situación, el Consejo de Ministros aprobó ayer dos reales decretos complementarios. Uno establece limitaciones a las emisiones sonoras, mediante la creación de zonas acústicas en función de los usos del suelo. El objetivo del otro es mejorar los niveles de aislamiento de edificios nuevos. La vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, explicó en rueda de prensa que se trata de asegurar “unos mínimos comunes de calidad acústica, definiendo nuevos índices para la evaluación del ruido y las vibraciones”.

Umbrales de ruido

El Gobierno ha fijado umbrales diarios de ruido para el interior de las viviendas, los hospitales y los centros educativos o culturales. En el hogar, el límite para el horario diurno es de 45 decibelios, salvo en el dormitorio, que es de 40, y durante la noche se ha fijado en 35, menos en el dormitorio, que es de 30. Una lavadora funcionando produce entre 45 y 77 decibelios. Antonio Moreno, profesor de investigación del Instituto de Acústica (CSIC), considera que son “valores razonables” y suponen “una mejora notable”.
Estos decretos provocarán un cambio en la ordenación del suelo, ya que establecen niveles de ruido máximo permitido en función de si la zona tiene un uso preferentemente sanitario, docente y cultural, residencial, recreativo, industrial o de infraestructuras de transporte. Podría llegar, incluso, a no permitirse la construcción de una urbanización por estar situada demasiado cerca de un aeropuerto. En el caso residencial, el umbral es de 65 decibelios en el exterior durante el día y 55 durante la noche.
Moreno apunta que los 65 decibelios fuera de casa no se consiguen en casi ningún sitio, porque en la actualidad este límite se supera en 10 unidades. Una moto produce entre 80 y 110 decibelios. La diferencia entre lo que se escucha en la calle (65) y lo que se puede recibir en casa (45) se consigue mediante un aislamiento, como una ventana o una fachada bien diseñada. Las ventanas que existen en el mercado pueden reducir la contaminación acústica entre 20 y 50 decibelios.

En las áreas urbanísticas ya construidas que no cumplan estos criterios, la norma establece objetivos de calidad progresivos. Y para conocer qué nivel de sonoridad hay en cada ciudad, se tendrán que elaborar mapas de ruido y, a partir de ellos, unos planes de acción con medidas concretas.
El Gobierno estima que, con estos decretos, el coste de la construcción crecerá entre el 0,33% y el 0,75%. En el caso del Plan Estratégico de Infraestructuras y Transportes, se destinarán 8.000 millones a medidas a paliar la contaminación acústica.

Efectos nocivos de la contaminación

El tiempo máximo recomendado de estancia en una discoteca, con 105 decibelios (dB), es de una hora; en un taller mecánico, con 115 dB, es de 15 minutos; y trabajando con una motosierra, con 125 dB, es de 45 segundos. El ruido tiene efectos nocivos sobre la salud. Entre los 120 y los 140 decibelios se sitúa el umbral de dolor, y empiezan a aparecer lesiones auditivas. Y a partir de 160, se dañarán irreversiblemente los oídos.
Los sonidos estridentes causan estrés, irritabilidad y ansiedad, y además pueden provocar y agravar enfermedades cardiovasculares. Durante la noche, el sueño se perturba cuando se superan los 35 decibelios y puede incluso provocar insomnio, que si se convierte en crónico podría ocasionar problemas psíquicos.

Los elevados niveles de ruido afectan también a las relaciones sociales, incidiendo en la capacidad de concentración y en el rendimiento escolar, o llegando a provocar incomunicación. En trabajadores con una exposición prolongada a focos de contaminación acústica, los efectos pueden ser permanentes.

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