Fiesta de la Cruz

Publicado en Granada Hoy el 08/05/2007.

Milena Rodríguez

Ha pasado el Día de la Cruz como todos los años. Día de la Santa Cruz, insisten en llamarla algunos, pero pocos les respaldan. Aunque sí, hay quienes dicen todavía “Santa Cruz”. Son esos niños que piden. Niños que, junto a la lluvia que siempre cae ese día, son lo que más permanece en la memoria de los extraños al ritual. Niños bien vestidos, a los que nada parece faltarles. Y que se colocan junto a la cruz o la llevan incluso en la mano por las casas (de papel, la cruz) como quien enseña un salvoconducto. Se te acercan humildes: “¿Una moneda para la Santa Cruz, por favor?”. Niños raros, pidiendo sin necesidad, sin más causa o motivo que la cruz que obliga, o autoriza.Dicen que antes, hace siglos, el día de la Cruz era un día de fiesta pagana, primaveral. Día de los mayos y las mayas (los majos y las majas). Y la cruz era un falo (símbolo de júbilo, de procreación, de vida). Hasta que la santa Iglesia tachó el falo e hizo surgir la cruz. Lo cuenta Caro Baroja. En algunos lugares, junto al falo, se exponía también un símbolo de la feminidad. Pueblos primitivos, felices, que adoraban a Dionisos. Ese resto dionisíaco, que aún late por debajo de la fiesta de la cruz, es lo que impulsa hoy a muchos, a los jóvenes, sobre todo, a seguir celebrando este día: la fiesta, el vino, el baile, el jolgorio.
Rara una ciudad que sigue manteniendo esta fiesta de la cruz con la cruz intacta. Que no ha vuelto a tacharla y la ha convertido, por ejemplo, en estrella. Que sigue pretendiendo que ese símbolo de algunos, o de otros tiempos, tenga hoy significado para todos. Raros unos padres que permiten a unos hijos no necesitados pedir, amparándose en la cruz. Habría, sin embargo, una manera de entender el Día de la Cruz tal como sigue siendo en Granada: resaltando la dimensión teatral, de puesta en escena, de la fiesta. Y que sus protagonistas, en lugar de ser ellos mismos, representaran. Hablo de una fiesta de la cruz que, más que una crucifixión, exhibiera una cruci-ficción, como la llama Blanca Varela, la poeta que esta semana recibirá su premio Lorca. Representación del día de la cruz, más que día de la Cruz. Fiesta no para la fe, sino para los sentidos y la cabeza. Fiesta, también, con su poquito de transgresión. Que en alguna parte, alguien colocara, por ejemplo, algún verso como éste de Varela: “De la nada salen sus brazos / (…) su rostro de fakir (…) un dios olvidadizo / lo deja sin corazón / sin hígado (..) / ni una línea para asirse / ni un punto / ni una letra / ni una cagada de mosca / en donde reclinar la cabeza”.

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