Trileros

Publicado en Ideal el 02/07/2008.

Remedios Murillo Cubillas. Mujeres por Granada / Ciudadanos por Granada.

¿Dónde irá el Centro Andaluz de Danza?

Sevilla, Granada, Sevilla.

El trile es un antiguo juego fraudulento que consiste en adivinar en qué lugar de tres posibles se encuentra una ficha que manipula hábilmente el trilero, hombre o mujer extrañamente hábil que, aparentando claridad meridiana hace picar a incautos jugadores que confían en la limpieza del juego. La habilidad del ejecutor es tan extrema como su desvergüenza y el jugador sigue confiando, vez tras vez, en acertar, perdiendo, uno tras otro, cuantos euros apuesta ¿cómo es posible perder, si es evidente dónde está la ficha! Pero nada es lo que parece y conseguir el premio, un imposible. La agilidad del trilero es implacable y el apostante queda boquiabierto al comprobar que ha sido engañado continuamente. Esto es lo que nos está ocurriendo a los granadinos con los políticos autonómicos en muchos temas de interés y supervivencia para esta ciudad. Nos prometen, nos ilusionan, y al final, nos engañan. Acaba de pasar nuevamente, con la obtención para Granada del Centro Andaluz de Danza. Se nos ilusionó con radicarlo aquí, el propio delegado de Cultura, don Pedro Benzal, habló de casi una segura adjudicación -parecía que utilizaba información de primera mano- aludiendo incluso al granadinismo de la actual directora del centro, la bailarina Blanca Li. Y van más de cien veces, parece imposible que haya vuelto a pasar, con luz y taquígrafos, con prensa y micrófonos, nos ofrecen logros para la ciudad y hacen que pongamos la confianza en unas autoridades, cuya vocación debería ser regional, y cuyo sueldo, pagado por todos, conlleva la obligación inexcusable de velar por sacar a Granada de este puesto de cola que ya va siendo lesivo y vergonzoso hasta para el propio gobierno autonómico, que aún llamándose andaluz, se ha decantado claramente por un sevillanismo parcial y sospechoso. Granada no es lo que era y podemos demostrarlo. Desgraciadamente son ya demasiadas las ocasiones en que hemos confiado en nuestras autoridades, y nos sentimos como ese incauto jugador de trile que no da crédito a ser defraudado una vez tras otra, a pesar de estar con los ojos muy abiertos y pendientes del menor movimiento de unos gestores en los que vamos perdiendo la confianza, a la misma velocidad que el incauto apostante pierde su dinero. Desde una óptica elemental, otorgamos a nuestros políticos la patente de responsables y comprometidos, y se nos hace insufrible asumir que en innumerables ocasiones nos dicen una cosa mientras presentan a aprobación la contraria, con la misma sonrisa, con el mismo aplomo, sin cambiar el gesto, sin ruborizarse por las contradicciones. Son de otra casta, la honestidad y los valores les quedan lejos y, justamente, convierten en virtudes lo contrario. Por norma, nunca se dan explicaciones, el pueblo es tonto y mudo, y si alguno las pide, se mata al mensajero y asunto concluido. Al fin y al cabo saben que los ciudadanos lo aguantan todo menos que le metan mano en el monedero.

Cuando en las últimas elecciones autonómicas la Consejería de Cultura fue de las pocas en que no cambiaron los protagonistas (nos admira la versatilidad de algunos personajes que lo mismo valen para un roto que un descosido) y la máxima responsabilidad siguió en las manos de doña Rosa Torres, que a su vez ratificó como delegado en Granada al señor Benzal, la llama de la esperanza se avivó porque, por coherencia, seguirían en pie todos los proyectos y compromisos que ilusionaban a esta ciudad. Desconfiábamos ante la llegada de un Adán de los que tanto abundan que ‘recreara’ de nuevo todo lo programado. Continúan las mismas caras en los cargos y, por eso, la realidad es más irritante y difícil de aguantar, la propia consejera, la misma que viste y calza, con un desparpajo rayano en el descaro, ha sido capaz de negarnos siquiera que ese proyecto se hubiese pensado alguna vez para esta ciudad. Ya desde el comienzo, dice airadamente, era un proyecto por y para Sevilla, la niña de los ojos de Chaves y de sus corifeos, capital de la que vamos a tener que emanciparnos, si no queremos que nos fagocite. Se nota que doña Rosa no vivió los debates de la Academia de Bellas Artes, ni se ha leído el magnífico e ilustrativo libro que recoge las conclusiones, ni las declaraciones de su viceconsejero, ni respeta a su propio delegado, del que, con dolor, vamos a tener que pedir el cese, ya que no le vemos luchar con fuerza, o no tiene fuerza para luchar, por ninguno de los proyectos que interesan a Granada, y sigue dejando pasar el tiempo sin plantar cara a una consejería en la que nada se concluye convenientemente. (Cuarto Real, murallas, teatro, museo, Centro Lorca, del que ya se han perdido por retrasos siete millones de euros de los fondos Feder).

Hemos oído últimamente a políticos que presumen de prosapia -por los años que llevan viviendo de la política, no por su brillante gestión- perorar acaloradamente sobre la terminación inminente de las autovías, aun a sabiendas de que eso no era posible y que las promesas no se podían cumplir; a otros, decir que no se marcharían de sus cargos porque su compromiso con el electorado era seguir en la oposición y, a las primeras de cambio, salir corriendo; a un viceconsejero, en unas sesudas mesas de la Academia hablar de que el teatro de la ópera llevaría consigo la danza como regalo, claro que de este mismo señor sabemos que fue denunciado por un alto funcionario de Cultura por haber ordenado que para Granada, ni agua, y los proyectos al fondo del cajón; vamos, algo similar a la pieza de trile que la tienes localizada con seguridad, pero nunca está allí donde se espera.

Justificar tanto engaño se está haciendo difícil, pero ellos no se arredran, no dudan en inventar historias, tropiezos con una churrería, descubrimientos de arcos de muralla que hace dos años ya estaban descritos por otros equipos de arqueólogos, solares pequeños, encargo de informes ‘ad hoc’, recolocación del funcionario lenguaraz lo que haga falta, todo menos que Granada gane la partida y consiga algún premio

Granadinos, ya está bien; el trile es un juego perseguido y nosotros, como ilusos, seguimos mirando la mano que mueve la ficha, esperando que alguna vez nos toque. La solución es la denuncia; tristemente, no hay otra. A los trileros hay que apartarlos o nos arruinarán.

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