Granada mutilada

Publicadon en Ideal el 29/04/2007.

José García Román.

El gobierno de las ciudades y los pueblos ha de poseer sensibilidad y arrestos. Sensibilidad para salvaguardar arte y paisaje, y arrestos para reivindicar progreso e inversiones. Granada ha sucumbido ante la especulación más brutal de la piqueta, el feroz acoso del ladrillo y el avaro negocio del cemento, siendo asesinado un patrimonio ejemplar por una avaricia que eleva a la categoría de ricos a los que se arrojan en su brazos, previo abandono de banderas sagradas, hoy al parecer obsoletas, incómodas y objeto de museo, que son sustituidas por banderines de ostentación con sonrisas de superbienestar en vehículos de lujo con extras de cine.

Una prepotente, ripiosa y exhibicionista ‘modernidad’ asola el mundo en forma de construcción clónica, generalmente fea, cuya creatividad brilla por su ausencia. Las grúas miran ahora hacia los países del Este, y da horror imaginar el ‘genocidio’ que nos espera, la aniquilación de paisajes y reservas de belleza natural que son tesoros y patrimonio de la Humanidad.

En los años sesenta se inicia en Granada el último capítulo de destrucción masiva preludiado por la barbarie de la preguerra civil. Se perdió la oportunidad de recuperar el espacio que rodea el ábside de la Catedral pudiéndose haber rescatado antes de las restauraciones de los edificios levantados en ese paraje; como se esfumó a finales de los ochenta la ocasión de reponer el bulevar de la Avenida de la Constitución, condenándose para siempre tal posibilidad con el aparcamiento construido junto al edificio de Hacienda.

La circunvalación no consiguió frenar la presión del cemento ni le puso límite al ex ‘paseo’ de Ronda, convertido hoy en una de las calles más feas del mundo, con un vergonzoso urbanismo que mata luz e históricas perspectivas. La Vega, perdida sin remedio por la codicia del área metropolitana, yace moribunda, masacrada desde la legalidad (¿). En Alhendín, una pequeña y bárbara ‘Seseña’, a modo de murallón, le ha puesto un burka a las casas familiares, a una singular memoria blanca que llora su paisaje destruido; lo de Armilla es un espanto desde el cielo y desde el suelo, una jactancia, un desafío, un horror. Dos ejemplos de dos colores políticos; dos rentabilidades de una débil sociedad, sólo sensible a algunas enfermedades; dos puñaladas al corazón de la democracia.

No son pocos los que piensan que Granada es mutilada hasta en sus afanes, y que se le cortan las alas para que no vuele tanto. Un artículo lleno de celo y ardor, firmado por José Prados Osuna, y alguna carta, como la del profesor José Ramón Jiménez, han visto la luz en este periódico, poniendo los puntos sobre las íes en el asunto de la ‘compensación’ a Sevilla por el ‘sacrificio’ de asumir la carga de ser capital de Andalucía, con una asignación extraordinaria de doscientos millones de euros anuales (treinta y tres mil doscientos millones de pesetas). Estoy seguro que Granada estaría dispuesta a echarle una mano a Sevilla y sacrificarse, asumiendo, por muchos menos euros, esa pesada servidumbre. El portavoz del PP, Beltrán Pérez, ha dicho que la ciudad hispalense «se juega mucho porque la capitalidad definirá la posición de Sevilla a la cabeza del resto de capitales españolas y traerá competencias y recursos para solucionar los problema de los sevillanos».

Córdoba y Málaga optan a la capitalidad cultural. Granada se ha apuntado a ser solidaria. A nosotros no nos van esas aspiraciones porque somos la quintaesencia cultural de Europa. Para esas ciudades son bienvenidos los grandes proyectos empresariales, las donaciones y las fundaciones que dan y no piden. Se acaba de firmar un acuerdo para instalar en Málaga el Museo Carmen Thyssen de pintura española y andaluza. 358 obras han sido cedidas por 15 años. El Ayuntamiento se está planteando adquirirlas. Sevilla anda tras una sucursal de Thyssen. La ministra de Fomento, la malagueña Magdalena Álvarez, ha dicho que «Málaga tendrá un centro musical a la vanguardia de España». Por otro lado, como nuestro aeropuerto está saturado, el de Antequera aliviará de pasajeros al de Granada, sobre todo en los días de niebla. Y puede que algunas empresas lo aprovechen para irse a la vega del Torcal. Pero no nos preocupemos, todos los caminos del aire conducen a Granada.

Cuando en 2005 se le preguntó en una entrevista al granadino Pablo Suárez, Director General de Museos, por el nuevo Centro de Arte de Granada, su contestación me temo que no tuvo nada que ver con lo que prometió Carmen Calvo, cuando era Consejera, que dijo que «Granada necesita un Centro de Arte Contemporáneo». El político granadino manifestó además que en el museo donde más disfruta es en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla, y que lo mejor que ha vivido es visitar el Museo Picasso con la familia del pintor. Y dejó claro que Granada no necesita un museo de la ciudad. Para ser de esta tierra, no está mal. A ver si cesan alguna vez a un político granadino por mirar demasiado a Granada.

Los intereses de los partidos y la falta de gestores políticos valientes, desobedientes y enamorados de la ciudad, la desidia, el déficit de líneas maestras en la cultura, que exige diseño propio y alejado de lo clónico, convocatorias de impacto y nivel adecuados para que la ciudad se proyecte en el mundo; la escasez de inyección económica y el retraso en las comunicaciones e infraestructuras son la causa de la situación actual de Granada. ¿Recuerda usted el proyecto de la Universidad Euroárabe? ¿Y la ex Universidad A. Machado, nacida aquí, que ha pasado a ser Internacional de Andalucía? Los errores son humanos, siempre y cuando no estén inspirados por una estrategia. Porque si en Granada se reivindica o se habla de agravios se descalifica tal proceder tachándolo de quejío, de actitud plañidera o provinciana. El sueldo no debe incluir la traición al pueblo al que se representa. Desgraciadamente se suele premiar la sumisión.

Granada no es la ciudad que se dice que es, a pesar del atractivo que tiene. Sigue pendiente el reto de definir su presente y futuro, de poner orden en su urbanismo, en su medio de transporte, en su actividad cultural, en su paisaje humano, en sus sonidos, en su silencio. Hay ciudades que hablan de forma contundente, con voz propia y singular. Creo que nos estamos quedando atrás.

Mientras haya ciudadanos que trabajen sin esperar nada a cambio, y que no estén pendientes de lo que diga el político de turno, no se vaya a caer en desgracia, habrá esperanza. Si no se pone remedio, Granada nunca volará a la altura que le corresponde, las pesadillas no la abandonarán y sus penosos despertares se convertirán en una realidad mutilada. Es decir, estará condenada a ser ciudad de segunda. Es deseable que Granada despierte sonriente cada mañana, sin sobresaltos, contemplando cómo el sol sigue fiel ofreciendo luz y calor e iluminando paisajes. Los abrazos que le sobran a la Alhambra le faltan a la ciudad de Granada.

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