Publicado en Ideal el 05/02/2007.
José Prados Osuna.
El pasado domingo, en las páginas de un periódico de difusión nacional y en el apartado referente a Andalucía, se indicaba textualmente: «La Hispalense se convierte en la cuarta universidad española en I+D+i» y añade a continuación: «La Universidad de Sevilla encabeza la clasificación de Andalucía». Más adelante señala, en letra pequeña, que la segunda posición en Andalucía la ocupa la Universidad de Granada, situada en el puesto duodécimo a nivel nacional.De nuevo truenan las alarmas. Esta vez el objetivo es el reflejo del ránking que relativiza las posiciones y va dejando un subliminal aviso de que no puede existir una sola institución en la geografía autonómica que quede por encima de su homóloga sevillana. Por ello señalan la diferencia que existe con la segunda, que queda relegada al lugar décimo segundo. El objetivo viene desde hace tiempo siendo perseguido con la monomanía de los dirigentes políticos adscritos al ‘clan sevillista’ de hacer de la de Granada una Universidad Literaria y de Humanidades, para construir en el reino de Motamid y Romaiquía la gran Universidad tecnológica y de investigación, que al parecer es por donde pita el mundo moderno. Yo lo he oído de ellos y nadie me lo puede discutir.
Sin embargo las cifras son elocuentes y no reflejan precisamente una dirección adecuada en el gasto público, que como todos sabemos debe ser realizado con escrupulosa justicia y criterio de rentabilidad tanto social como económica. Si hablamos de ránking, pues hablemos de lo que tenemos que decir, porque aquello no es más que el puro reflejo de la realidad distorsionada por lo subliminal o por la mentira interesada, que no es precisamente piadosa, pues en ella se encierra el pérfido fin de arrastrar lo que es de otros en beneficio propio, aduciendo inconsistentes razones que tienen su fundamento en megalomanías localistas más que en la eficacia del gasto o en la justicia redistributiva.
Número de Alumnos en 2006: Granada 78.460, Sevilla 57.009. Proyectos de Excelencia: Granada 56, Sevilla 54. Ránking de las 500 mejores universidades del mundo: Granada 465, Sevilla 486. Ránking de calidad de las Universidades Españolas: Granada 11, Sevilla 15. Ránking de productividad de las carreras: Granada 15, Sevilla 39. Ránking de productividad del doctorado: Granada 14, Sevilla 24. Ránking general: Granada 10, Sevilla 21. Todo ello contrasta con las dotaciones de profesorado: Granada 3.473, Sevilla 4.155. Presupuesto: Granada 308 millones de euros, Sevilla 354 millones de euros.
Es decir, las dotaciones a los presupuestos universitarios deben efectuarse con un nuevo criterio, desconocido hasta hoy, pero que prevemos no va precisamente en la línea de justicia ciudadana igualitaria, ni de la eficacia del gasto. Teniendo en cuenta que la resolución procede del Plan Nacional de I+D+i, no corresponde en este caso la decisión, como en su mayoría, al Gobierno Autónomo, sino que ha sido tomada por el Ministerio de Educación y Ciencia y teniendo en cuenta la escasez de fondos destinados a este programa, que en definitiva debe clasificar al conjunto de nuestro país en niveles europeos, mucho nos tememos que si con 11 millones de euros han clasificado por arte de birlibirloque a la Universidad de Sevilla en el cuarto lugar de España, al resto, independientemente de los abusos distributivos, debe quedarle para poco más que para investigar el mecanismo de extracción de la pipa de girasol sin mancharse los morros de sal. Por ello, cuando los recursos son escasos es indispensable una distribución mucho más acorde con la realidad y con las potencialidades, independientemente de los mecanismos de influencia que tan acostumbrado ejerce el ‘lobby’ hispalense.
Los ciudadanos aceptamos, aunque no complacidos, el desvío de fondos públicos al despilfarro de la Expo-92, a que el AVE conectara la Andalucía del Guadalquivir con Madrid a velocidades que hoy son inimaginables, quince años después, para el resto de los andaluces o para los catalanes de Barcelona, que miran a Madrid como nosotros a Sevilla, a pesar de que no hemos tenido olimpiadas. Estamos dispuestos a que el gobierno autónomo haga de empresario en inversiones inmobiliarias en la ‘costa de Sevilla’, centralice las inversiones tecnológicas, culturales y sociales allí donde le dé la gana, que siempre es en el mismo sitio o que se inventen lo del POTA para justificar documental y parlamentariamente un debate que si por poco se hurta a los ciudadanos, aunque los resultados del forzado debate no hayan modificado ni un euro la voluntad de hacer lo que ya se había pensado. Lo que no estamos dispuestos ya los ciudadanos de esta parte es a aceptar que se sigan minusvalorando y destruyendo las instituciones que el pasado nos legó y que nos encontramos en la obligación de dejar a nuestros hijos, al menos como estaban y a luchar para que las infraestructuras indispensables para nuestro desarrollo se realicen en términos de igualdad con todos los andaluces que hoy forman la Comunidad Autónoma, ferrocarriles, carreteras, aeropuertos, red eléctrica, red hidráulica y menos coña con esa tomadura de pelo del PT de Ciencias de la Salud, con la excusa proteccionista de la Vega, con el marco incomparable, el aeropuerto que cambia de nombre, la segunda circunvalación, los trenecitos frusleros y demás monsergas, a la espera de que algún incauto crea en la buena fe y transparencia de la clase política, que cada vez se adhiere más a los fundamentos de clan y olvida a los ciudadanos, verdaderos titulares de los fondos que son tratados con igual criterio que el oro y la plata de Indias y que junto a la trata de esclavos enriqueció y dio brillo a la metrópoli hace ya casi cuatrocientos años y aún no han descubierto un procedimiento más civilizado de progreso.