Interpretando resultados

Publicado en Ideal el 29/05/2007.

José Prados Osuna.

No debe ser el sábado previo a las elecciones el día de reflexión, sino el siguiente al recuento y publicación de los resultados, pues siempre hay un ganador y siempre habrá un perdedor y debería ser necesario saber cuales han sido las causas.
En este caso ha entrado de nuevo por la gatera un contrincante no deseado, que ya en el Referéndum del nuevo Estatuto dejó clara su participación y con su insistencia adquiere el derecho propio al reconocimiento de su victoria y a la interpretación de su callado mensaje. En el Referéndum ganó por mayoría ‘súper’ absoluta la abstención y en estas elecciones de nuevo constituye la preferencia elegida por los ciudadanos. Y ello ¿por qué?

A mi modo de ver los ciudadanos no están conformes con su representación política que es ejercida de forma forzada por el sistema de listas cerradas en el que el protagonismo lo tiene el partido y en ocasiones, cada vez más prodigas, el objetivo del partido o no es el ciudadano o se parece más al mecanismo del despotismo ilustrado, «todo para el pueblo pero sin el pueblo». Ese distanciamiento, cada vez más profundo, unido a la percepción de la franca imposibilidad de cambio, hace que se opte por pasar del voto.

En segundo lugar, las campañas realizadas desde la confrontación, la mala educación, la falta de sentido ético, la visión maquiavélica del fin justificador de medios, la mentira, las propuestas irrealizables, etc., degradan el nivel y arrastran a la abstención a muchos de los que han creído en el sistema como medio de expresión y vehículo de participación democrática.

En tercer lugar las experiencias conocidas en la gestión de la cosa pública en las que avanzan escandalosamente los casos de corrupción, favoritismo, intereses ocultos, maltrato al ciudadano, fallo estrepitoso del mecanismo electivo para escoger a los mejores, triunfo insistente de los menos capacitados, reducto de desocupados, acceso de los indocumentados no sólo a lo público sino a la estructura de gestión que se sitúa en su entorno, discursos de encendido patriotismo que encierran intereses electoralistas y que chocan con la praxis, uso despreciable del dolor patrio, de sus víctimas y de sus asociaciones.

En cuarto lugar, gestión de la cosa pública con evidente renuncia al principio de solidaridad ‘inter’ e ‘intra’ territorial, por el que los ciudadanos son históricamente marginados en sus posibilidades de progreso y calidad de vida. Tomadura de pelo que se repite un y otra vez ‘sine die’ y que se realiza con descaro y desprecio hacia los que se atreven a reivindicar igualdad y justicia distributiva.

En quinto lugar, percepción de un relativismo hedonista y suicida que ha invadido nuestra sociedad occidental y la aboca a su deterioro y fracaso.

En sexto lugar, la polarización de la sociedad en el bipartidismo y en el resurgir de los nacionalismos, esta vez conscientemente buscado para favorecer determinadas tendencias de voto que venden la calidad de ‘patria’ como elemento diferenciador y retroceso al S. XIX de tan nefastas consecuencias para el mundo y especialmente para Europa, a la que se pretende marginar por inconsecuente. Hemos enterrado la Ilustración y el espíritu de Mayo del 68, pero lo malo de ello es que no tenemos sustituto, sino un forzado reducto ideológico que nos devuelve al conservadurismo de inicio del XIX.

Sorprende ver, con preocupación y recelo, que las filas de los partidos conservadores se llenan de gente joven a diferencia de lo que ocurría hace no más de veinte años cuando ‘avisonadas’ señoras llenaban los espectáculos y los mítines de la derecha y los jóvenes bramaban con la izquierda intentando cambar la sociedad. Mal provenir le puede esperar a un grupo humano en el que sus elementos y supuestos inconformistas jóvenes se hacen conservadores cuando no tienen nada que conservar, salvo un cúmulo de sentimientos y resentimientos que invaden sus actos volitivos, cada vez con más vehemencia y a veces, con violencia.

En séptimo lugar, el condimento que en esta situación viene a añadir la Jerarquía Católica a través de sus interpretaciones, presiones, emisoras, silencios impuestos, depuraciones y filias y fobias.

En octavo lugar, escasez de proyectos realizables, falta de visión de futuro, marcaje de objetivos a corto y largo plazo, exceso de utopías, falta de conexión con el ciudadano y su mundo real de cada día, con sus problemas y sus necesidades más perentorias. ¿Se priorizan como objetivos los resultados de consultas al ciudadano como son las encuestas?

En noveno lugar, ha habido una abstención cualificada, independiente de la estructural, que se podría situar entre el 20% – 25% y que ha castigado esencialmente a la izquierda y digo a la izquierda porque al menos en Granada el PP ha obtenido más o menos los mismos votos que en anteriores comicios, que son fieles a su partido, que como conservadores prescinden de la crítica y votan fieles a su ideología, independientemente de que lo hagan bien o mal, de quién sea el candidato o de su programa electoral, de los asuntos turbios (que afectan a todos los partidos) o que actúen con carácter más bien regresivo que conservador. El voto que pierde la izquierda es un voto ético, que es crítico y que pide cuentas y exige resultados. Es un voto difícil pero es consustancial a la izquierda y que guarda relación directa con su fundamento político. Por ello la abstención castiga a la izquierda cuando los partidos progresistas fallan en sus mecanismos de praxis ideológica, gestión interna, expresiones y líderes que no han sabido caracterizar las demandas cualificadas que exigen sus votantes.

En décimo lugar el pueblo exige líderes que arrastren, ilusionen, convenzan y se identifiquen en su pasado por haber sido luchadores por la causa, que se visionen independientes, capaces, rebeldes y lleven a la sociedad un currículo político, profesional y personal cargado de razones, esperanza y futuro, es decir, que sean capaces de generar fenómenos de identificación en sus propios votantes.

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