LA COMPAÑÍA DE LOS ÓRGANOS

Remedios Murillo Cubillas

Ciudadanos por Granada

Corpus, Granada, fiesta, música, alegría y tradición. Mil vivencias para una celebración poliédrica, de mil caras, de múltiples sensibilidades. El alma granadina la lleva  inscrita desde la más tierna infancia en una memoria plena de grandiosidad, de exaltación, de  emociones mil que lo mismo hacen saltar lágrimas de fe que se diluyen y mezclan con risas,  teatros, danza e incluso la  picardía de la Tarasca y de las antiguas “Revistas” que pretendían por unos días romper tabúes y censuras y acercar a los provincianos los cuerpos esculturales de sus vedettes; cuerpos morenos y eróticos  que hoy día abundan en el deambular diario, pero que hace años solo vivían en los olimpos de los escenarios madrileños.

. Policromía, polifonía, faralaes, circo, columpios y casetas, algarabía  y clamor que llenan de alegría nuestras calles. Todo es fiesta y a  ella este año se ha sumado, en un alarde cultural y de buen gusto un nuevo y grandioso acontecimiento: los sonidos inigualables de los Órganos de nuestra catedral. Esas dos pequeñitas catedrales que nos contemplan desde su altura de siglos y distancia, que aparecen como dos retablos silenciosos y que cobran vida ¡y qué vida! cuando hasta ellos se acercan, humildemente, los virtuosistas del instrumento

Las manos magistrales  plenas de juventud,  talento y éxitos  de Mónica Melcova y Juan María Pedrero, llenaron de sonidos las  espléndidas bóvedas de nuestro primer templo y, mientras en las calles bullía la ciudad, allí, entre los impresionantes muros y columnas de una de las más  insignes obras del Renacimiento Español, mil personas escuchaban con arrobamiento, cómo el talento de estas dos primeras figuras de la música organística internacional, desgranaban un repertorio  inmemorial que comenzaba en el siglo XVI, con Correa de Arauxo y pasando por el insustituible y genial Bach nos llevaba hasta la música contemporánea de Olivier Messiaen y, aún más, a la maravillosa y espectacular improvisación de la propia concertista Melcova que dejó sin aliento a todos los oyentes.

Maravillosa manera de celebrar una fiesta, maravillosa idea la de este Ciclo que comenzó con el Concierto de Adviento y que, para los creyentes ha sido una profunda manera de vivir los tiempos fuertes de la Fe y, para los agnósticos o indiferentes, una preciosa excusa para escuchar música de primera categoría, en un escenario excepcional.

Felicitaciones al Maestro García Román artífice de estos regalos (todos los músicos han participado gratis y todos los conciertos han sido de entrada libre) para Granada, para la Cultura y para nuestro primer templo – que no sé si, en su conjunto, ha sabido valorar la apuesta. Gracias señor Deán.

No cabe duda de que nuestra ciudad es una ciudad de arte, donde se vive la música, donde la sensibilidad del granadino le hace capaz de aguardar una cola o dejar las obligaciones de una tarde, para que su espíritu vuele lejos del dolor y el trabajo de cada día, recargando las pilas con esas vivencias cósmicas que solo la música tiene capacidad de atraer, mundos sin fronteras en los que cada cual puede navegar según la capacidad de esa nave aventurera que todos llevamos dentro.

La importancia musical de nuestra ciudad ha atraído hacia ella a esta pareja: Pedrero- Melcova o Melcova – Pedrero  (que tanto monta, monta tanto) y que en un alarde de suerte, de esa que no precisamente abunda para  Granada, puede que se queden como conciudadanos nuestros, aunque ya su mundo son los aviones, los auditorios y las salas de Conciertos, desde Japón a Viena, pero siempre, parando, repostando y soñando desde los muros de una casa en el Albaicín.

Gracias a todos aquellos que han hecho posible este regalo, en un día grande para Granada.

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