Publicado en Ideal el 26/11/2007.
Antonio Almagro.
Hace ya diecisiete años que el Ayuntamiento de Granada adquirió para la ciudad el Cuarto Real de Santo Domingo, monumento único no sólo por sus valores artísticos e históricos, sino por su excepcional estado de conservación, pese a las vicisitudes que a lo largo del tiempo le ha tocado sufrir. Nada más producirse la adquisición, los entonces responsables municipales encomendaron a la Escuela de Estudios Árabes del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) el estudio y la restauración de esta singular obra arquitectónica, seguramente el más antiguo de los palacios nazaríes que ha llegado hasta nosotros. A pesar del tiempo transcurrido, el monumento sigue sin disponer del acceso y del entorno adecuados a su naturaleza, a causa de polémicas que en los más de los casos carecían de justificación.
Los investigadores de la Escuela de Estudios Árabes involucrados en este proyecto hemos mantenido desde el principio una postura de discreción y colaboración institucional, evitando entrar en polémicas, en las más de las veces planteadas desde la ignorancia, que generalmente no conducen a nada positivo. Además, nos hemos visto abocados durante los últimos tiempos a ser meros espectadores de los hechos pues prácticamente desde el año 2000 el Ayuntamiento cortó todo diálogo con nosotros en lo que respecta a la discusión y búsqueda de soluciones adecuadas para el monumento. Tras la culminación de las obras de restauración de la qubba en 2004, sólo hemos insistido de manera discreta en que se abriera ésta al público: primero por el bien del propio edificio, pues la falta de uso, ventilación y vigilancia es siempre perjudicial para cualquier construcción; segundo, por el derecho de los ciudadanos a disfrutar de un bien público que estaba ya en condiciones de ser visitado, y tercero, para que todos puedan opinar con conocimiento de causa sobre el tema. Ha costado dos años que nos hicieran caso, aunque hoy afortunadamente el monumento puede finalmente contemplarse.
Nuestra postura sigue siendo la de una franca y leal colaboración con las instituciones, entre otras cosas porque somos fieles al espíritu y a la letra de los convenios firmados con el Ayuntamiento por los que se nos encomendó la restauración del Cuarto Real de Santo Domingo, denominación que no se limita sólo a la qubba. Esto quiere decir que seguimos con atención cuanto sucede o se comenta, y que en todo caso no hemos renunciado a la responsabilidad que como ciudadanos y como funcionarios públicos nos corresponde, y que por tanto estamos dispuestos a hacer cuanto sea necesario para salvaguardar los valores de un monumento de tal importancia.
Para que sirva de información al lector recordemos que en el año 2000 y tras diversas vicisitudes, el Ayuntamiento tomó la decisión de llevar adelante la propuesta de la Escuela de Estudios Árabes, después de realizar una amplia investigación en el monumento y su entorno, y que consistía en demoler la mayor parte del edificio moderno adosado a la qubba, recuperar el jardín primitivo y rehacer el pórtico que servía de enlace entre aquélla y el jardín. De esta propuesta tuvo pleno conocimiento la Comisión Provincial de Protección del Patrimonio Histórico que sin plantear ninguna objeción, dictaminó que se presentara el oportuno proyecto.
Cuando ya este acuerdo se había tomado, de forma inopinada, la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía, desde Sevilla, se opuso a la demolición del edificio moderno aduciendo unos supuestos valores históricos del mismo, que finalmente nadie ha conseguido justificar de forma convincente. Resultaría muy prolijo describir en detalle todo los acontecimientos que se han ido produciendo desde entonces. A modo de resumen podemos decir que a la vez que se restauraba la qubba bajo nuestra dirección, se producía la demolición, autorizada por Cultura, de partes sustanciales del edificio decimonónico, incluyendo la capilla, y se planteaba un proyecto aberrante que pretendía construir un rampa adosada a la qubba y a la muralla, y transformaba en obra contemporánea la construcción del XIX. Finalmente, tras realizarse nuevas excavaciones en su interior y en el jardín que han venido a corroborar lo que ya se sabía respecto a la estructura y límites de éste, se han producido diversas manifestaciones por parte de Cultura, en el sentido de considerar conveniente la demolición de la construcción moderna.
Pero cuando parecía que esto propiciaba por fin una solución adecuada para el monumento, nos hemos visto sorprendidos por declaraciones de responsables municipales que apuestan ahora por la conservación del edificio, aduciendo unas supuestas razones de ahorro de gasto. Debemos recordar que esta opción, o cualquiera en el mismo sentido, comportaría la imposibilidad de recuperar el jardín medieval pues la primitiva alberca está situada justo debajo de la puerta del edificio y a un nivel sensiblemente más bajo. El estado actual del jardín moderno, en la práctica casi totalmente destruido tras años de abandono, obligaría a su reconstrucción sin aportar ningún valor excepcional y con un costo semejante al del restablecimiento del jardín primitivo.
Plantear que conservar el inmueble resultará menos costoso que su demolición es una falacia que no resiste la más mínima crítica. La auditoría técnica encargada por EMUVISA a una empresa especializada corroboró su mala calidad, con algunos de sus forjados hundidos y parte de la cubierta en estado muy precario pese a haber sido reparada hace menos de quince años. No puede defenderse que cueste menos rehabilitar 840 m2 de construcción deficiente de la que sólo se podrán utilizar, y con reservas, los muros y en la que habrá que sustituir todos los elementos estructurales además de dotarla de instalaciones, carpinterías y acabados, que demoler la mayor parte del mismo y rehabilitar una mínima porción de 160 m2 como entrada y pabellones auxiliares para ubicar unos aseos y resolver otras necesidades. Tampoco tiene ninguna justificación que se insinúe que la demolición podría comportar un peligro para la estabilidad de la qubba. En la actualidad, y tras su restauración, ya han quedado independizadas ambas estructuras, ya que las obras y añadidos realizados en el siglo XIX sólo le han traído problemas a la obra nazarí.
Urge dar ya una solución definitiva y adecuada a esta joya con que cuenta la ciudad de Granada pensando en sus verdaderos valores históricos y artísticos y en su potencialidad cultural y tomando las decisiones de manera racional y con toda la información necesaria. Terminemos de una vez con esta historia interminable.