Publicado en Ideal el 24/07/2008.
Juan Manuel Segura.
En el año 1920, D. Francisco de Paula Valladar, director de la revista La Alhambra, ilustre escritor y meritísimo cronista oficial de la ciudad escribía en Granada Gráfica: «Ha pasado otro año y por quinta vez escribo esta crónica anual que ha de ser reflejo, como siempre, de la desilusión que produce el ver y tocar constantemente la indiferencia de una ciudad artística por naturaleza y por historia, y que apenas se cuida de conservar tan excelsos timbres. Si no pudiera consignar la satisfacción inmensa que a unos cuantos, bastantes pocos, nos produce la traslación a la famosa casa de Castril, del Museo Arqueológico, gracias a la cuidadosa constancia que a favor de Granada demuestra siempre nuestro paisano Natalio Rivas …». ¿Pobre Valladar! Nunca podría imaginarse que casi cien años después la situación podría empeorar aún más. Ya no tenemos ni cronista de la ciudad como él, ni políticos a la altura de D. Natalio Rivas, ni periódicos como la revista Granada Gráfica. Ahora, los estamentos de esta ciudad bailan al son de la canción ‘Money, money’ como en aquella película llamada Cabaret. Ese dinero que para poder gastar hay que generar antes, y si no se tiene capacidad para hacerlo, tampoco debe haberla para gastarlo y menos para subirse los sueldos y, según se oye en la calle, acallar a los medios de comunicación. Si entonces Valladar aplaudía la instalación del Arqueológico en la Casa de Castril, ahora, el malévolo destino que le aguarda a su vecina la Casa de Ágreda es para echarse a llorar. Un palacio del siglo XVI ubicado en la calle Cuesta de Santa Inés, residencia del que fuera caballero de Santiago y regidor de esta ciudad, D. Diego de Ágreda, y que en 1940 el alcalde D. Antonio Gallego Burín, adquirió y restauró para instalar un orfanato de niñas, bajo la advocación de la Divina Infantita. El esfuerzo tan tremendo que el Ayuntamiento tuvo que hacer en plena posguerra debió de ser enorme. Cuentan las monjas que D. Antonio, que como todos sabemos vivía en Plaza Nueva, acudía cada tarde a revisar la marcha de las obras y visitar a las niñas. ¿Qué vergüenza histórica para esta ciudad que lo conseguido a base de esfuerzo y sacrificio en años de miseria y padecimiento, se dilapide en pleno siglo XXI, en democracia, y con ayudas europeas, por la mala gestión de nuestros políticos!
Empecé a trabajar muy joven y todo lo que ha ganado lo invertí en obras de arte, pues no necesito grandes lujos para vivir. Así, he formado una importante colección de pintura granadina del siglo XIX y principios del XX, principalmente. Prueba de su importancia y valía es la presencia de muchas de sus piezas en exposiciones celebradas en Granada, Sevilla, Málaga, Murcia, Valencia, Madrid, Barcelona y otros lugares del extranjero. Siempre pensé en donar esta colección a la ciudad, pues unida tiene sentido y valor para comprender lo que fue la escuela de arte granadina de esos siglos. Políticos granadinos de diversas administraciones y de uno y otro signo conocen la colección, pero nadie se ha decidido a dar el paso adelante para que los granadinos puedan conocerla, y evitar así su dispersión en años venideros. Entre la ignorancia de muchos y la envidia, tal vez de todos, el asunto sigue estando en punto muerto. Estoy llegando a plantearme el ofrecerla a algún municipio del área metropolitana que cuente con alcalde emprendedor.
Al ganar el PP las elecciones municipales del 2003, el Concejal de Urbanismo, D. Luis Gerardo García-Royo, me propuso, para mi sorpresa, hacerme cargo de la Fundación Albaicín. Y acepté para trabajar por el bien del barrio del Albayzín, tan necesitado de gestores con sentido común, pues aunque no tengo estudios universitarios -como tanto me echó en cara un partido socialista que clama por la no discriminación y por la igualdad de oportunidades para todos- sí tenía ganas de trabajar para mejorar un barrio Patrimonio de la Humanidad, no para agarrarme a un cargo político como hacen tantos otros.
Al poco de estar en la Fundación solicité al Área de Patrimonio del Ayuntamiento una relación de los bienes inmuebles municipales en el Albayzín. Y cual fue mi sorpresa al descubrir que, entre otros, la Casa de Ágreda y el Colegio Bermúdez de Castro eran propiedad municipal. ¿Cuántos concejales han pasado por el Consistorio sin llegar a enterarse! Por entonces, el Concejal de Urbanismo, que incansable en el trabajo ponía en evidencia a algunos compañeros con responsabilidad en el partido, y ya ven cómo le defenestraron, estaba negociando ceder a la Diputación la Casería de la Merced, que tenía 9.000 m2 de terreno y había sido propiedad de la familia Giménez Yanguas. Entonces, le propuse arreglar la Casería para colegio y así liberar la Casa de Ágreda para posible Museo de la Ciudad, para lo que se solicitaron fondos europeos que en aquellos momentos existían para ello. Recuerdo sus palabras: «¿Y quién convence a las monjas?», y le contesté que yo. A partir de ese momento, cada tarde pasaba por la Casería de la Merced, acompañado de las monjas, y de camino ver los elementos arquitectónicos desmontados y fáciles de desaparecer durante la obra, y que eran de gran utilidad para restaurar el edificio del Aljibe del Rey en el Albayzín. Y se llegó a un final feliz. Las monjas, por pura coherencia, se convencieron de que los niños del Colegio Divina Infantita ganaban con el cambio al salir de un lugar frío, lleno de humedad y falto de espacios libres para jugar y practicar deporte y ocupar un lugar soleado, con grandes espacios, calefacción e inmejorables habitaciones.
Pero nuestro Ayuntamiento no está por los finales felices, y cual malvada bruja de nuestros cuentos infantiles, ha decidido poner en venta la Casa de Ágreda. Nuestro Ayuntamiento, que carece de alma y emociones, que ve únicamente el medio de seguir recaudando dinero, hijos de esta generación mercantil, nos privará de apuntalar este hermoso barrio del Albayzín, esta Carrera del Darro, la calle museo de Granada. Ella es su alma, el eterno recuerdo de tiempos pasados. Y ahora ponen el cartel de ‘Se vende’, en recuerdo de tanto esfuerzo e historia como tiene esta Casa, que ninguno de ellos conoce ni sabe dónde está. En el zaguán de la casa hay un lienzo del siglo XVII para recordar que allí solía pararse a descansar San Juan de Dios, y a sus lados aparecen escritos estos versos:
Este poyo, muchas veces
En aqueste mismo sitio
al santo sirvió de cama
el Santo pintó una espada,
que el que nace para humilde
dando a entender que defiende
sobre las piedras descansa,
al que con celo le llama.
Caridad, benevolencia,
Aquí y por todo el orbe
rectitud, justicia y gracia,
¿oh Juan! tu virtud se ensalza,
dijo Juan de Dios que nunca
Oye propicio esta obra,
faltaría en esta Casa,
pues tanto a los pobres amas.
Esperemos que por una vez sepan comprender que con la venta de Ágreda no vamos a salir de pobres, y desde aquí le ofrecemos algunas alternativas: El Carmen de Max Moreau, o bien el edificio de las Hermanitas de los Pobres, que por su extensión y privilegiada ubicación para edificar pisos en el centro de Granada sí ayudaría a mejorar las arcas municipales.