El cambio climático queda ya en manos de los políticos

Ignorarlo sería “una irresponsabilidad criminal” – El informe de los científicos de la ONU reunidos en Valencia abre la era pos-Kioto.

Publicado en El País el 13/11/2007.

España critica que el borrador haya sido suavizado en la última redacción.

Las emisiones se sitúan un 35% sobre las de 1990, el año base de Kioto.

El IPCC calcula que hay que invertir el 0,1% del PIB para frenar el cambio.

Las inundaciones y sequías provocarán desplazamientos masivos.

Los científicos han hablado y han dejado el cambio climático visto para sentencia. Ellos no tienen dudas de que está causado por el hombre -así lo pone de manifiesto el informe final que el grupo de la ONU ultima desde ayer en Valencia- y ahora le toca a los políticos actuar. No hacer nada “sería criminal”, según Naciones Unidas, pero nadie será juzgado por ello. No habrá excusas porque el texto es contundente y plantea medidas radicales. Aun así, los gobiernos comenzaron ayer a debatir el texto palabra por palabra.

Los delegados de los gobiernos llegaron, se alegraron con el buen tiempo de Valencia y se acomodaron en la Ciudad de las Artes. Situadas por orden alfabético, las delegaciones fueron ocupando sus puestos. Sudán era un solo señor, Suráfrica varios y Estados Unidos cinco o seis. Mientras desplegaban sus ordenadores portátiles escucharon con cortés atención la hora larga de protocolarios discursos (de Francisco Camps al presidente de la Organización Meteorológica Mundial) y cuando las autoridades salieron, comenzó la faena: discutir línea por línea el último informe de síntesis del Grupo Intergubernamental del Cambio Climático de la ONU.

La discusión comenzó a la una y a las seis y cuarto, más de cinco horas después, los progresos eran notables: los delegados habían pactado el texto de dos páginas. “Ha habido una discusión de más de una hora sobre si en la segunda página, donde dice cambios en el hielo y la lluvia debía decir reducciones”, explicó uno de los presentes. Al final dejaron “cambios” que era el texto redactado por los científicos. La segunda página es en realidad un gran gráfico así que no hubo mucho que debatir.

¿Qué tiene este informe para que 450 adultos de más 130 países se enzarcen palabra por palabra sobre su contenido? En teoría, no es una gran novedad en los datos, ya que sintetiza los informes previos que el IPCC ha aprobado este año. Esos informes que han disipado finalmente las dudas sobre la actividad del hombre tras el calentamiento de la Tierra y que le han supuesto el premio Nobel de la Paz. Están colgados en Internet y son conocidos.

Eso, en teoría. Pero en la práctica este es el texto que durante los próximos años marcará la agenda política sobre el cambio climático, la referencia mundial sobre el estado de la cuestión, el documento por el que los países han retrasado la crucial cumbre de Bali para comenzar a acordar un acuerdo que sustituya al protocolo de Kioto. Y ahí, cada palabra sí es importante.

España ha presentado una enmienda denunciando que “este borrador es más suave que el anterior” especialmente en la predicción sobre cómo será el clima en el futuro y los impactos del cambio climático. Estados Unidos da una de cal y otra de arena: aunque en general “aplaude los esfuerzos del informe de síntesis, considera que no refleja una síntesis equilibrada” de los hallazgos. La Administración de Bush ya no es lo que era.

El Reino Unido pide que se introduzcan más datos sobre la preocupante pérdida de permafrost (la capa de hielo permanente del suelo de la tundra) y critica que no mencione que los océanos se están acidificando, lo que reduce su capacidad para absorber CO2. Nueva Zelanda hace correcciones de estilo y señala las comas que están de más en el texto.

Pero aunque el texto puede cambiar en sus matices, el fondo ya está claro. El calentamiento global es “inequívoco” y ciertos impactos del cambio climático ya no podrán evitarse en este siglo. La temperatura subirá entre 1,8 y 4 grados centígrados a finales de siglo; el mar subirá entre 18 centímetros y 59 centímetros y un 20% de las especies se verán abocadas a la extinción.

El informe inicial (y los 22 folios del borrador del texto de síntesis) destaca que “11 de los últimos 12 años (entre 1995 y 2006) están entre los más calurosos en las estadísticas de temperatura desde 1850″, que “los datos de satélite desde 1978 muestran que el hielo ártico se ha reducido entre un 2,7% y un 3,3% por década” y que en los últimos 100 años la temperatura ha subido 0,74 grados.

Y lo más importante: “La mayoría del aumento de temperatura observada mundialmente desde mediados del siglo XX es muy probablemente [esto implica más de un 90% de probabilidades] debido al incremento observado de la concentración de gases de efecto invernadero antropogénico”.

Eso significa, como explicó ayer el secretario ejecutivo de Naciones Unidas para el Cambio Climático, Yvo de Boer, a EL PAÍS que “ya no hay lugar para el escepticismo. Las dudas se han desvanecido. El calentamiento es un hecho y está causado por el hombre. Ahora toca actuar”.

El informe ha sido realizado con colaboración de más de 2.500 científicos, los mejores de cada campo, y ahora los delegados de los gobiernos lo discuten para hacerlo suyo. En la reunión, que se celebra a puerta cerrada, hay presentes ONG como WWF/Adena, Greenpeace o Greenfacts, dispuestas a denunciar cualquier rebaja.

Los países presentan enmiendas al texto para resaltar una u otra cuestión que les beneficia. España hará hincapié en la gravedad del aumento previsto de sequías e incendios y de la vulnerabilidad de la costa por la subida del nivel del mar.

Con esas previsiones en un estudio aprobado por los gobiernos, no hacer nada sería “un acto de irresponsabilidad criminal porque amenaza la vida de miles de personas y sería un ataque directo a los más pobres”, proclama De Boer. Los países han decidido que basarían sus decisiones sobre el post Kioto en este documento. El presidente del IPCC, el indio Rajendra Pachauri, confió ayer en que la cumbre de Bali “no pierda la oportunidad” para aplicar los mensajes del informe. Pachauri hizo una introducción muy plana, para no generar malentendidos (recuerden, cada frase cuenta), pero sí destacó la solidez científica del estudio.

Actuar supone un reto mayúsculo. “Se puede crecer económicamente sin que la economía se vea mermada. La Unión Europea se ha comprometido a reducir sus emisiones entre un 20% y un 30% en 20 años y mantener su crecimiento económico. Ése es el modelo”, añade De Boer.

Puede parecer que reducir las emisiones un 20% en un periodo tan largo es un objetivo alcanzable, pero es mucho más ambicioso que el del Protocolo de Kioto. En 1998, los países industrializados acordaron en la ciudad japonesa reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero un 5,2% en el periodo 2008-2012 sobre el nivel de 1990. La mayoría de los firmantes cumple -no España- pero ni Estados Unidos ni Australia lo han ratificado y el acuerdo no incumbe a países en desarrollo pero que son grandes emisores, como China, Brasil o India.

El resultado es que la concentración de CO2 en la atmósfera es la mayor en 650.000 años. En este periodo osciló entre 200 y 280 partes por millón la atmósfera va ya por 381 partes por millón. Ha crecido en los últimos años un 70% entre 1970 y 2004. En 2006, se emitieron a la atmósfera 9.900 millones de toneladas de carbono, un 35% más que en 1990, cuando se puso el contador a cero del protocolo de Kioto. Desde 2000, la acumulación de CO2 en la atmósfera ha sido un 35% más rápida de la esperada. En parte por el aumento de las emisiones y en parte porque el suelo y los océanos absorben cada vez menos dióxido de carbono.

El dióxido de carbono, y en menor medida otros gases de efecto invernadero, se acumulan en la atmósfera y retienen parte del calor que emite la Tierra.

La vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, insistió en la idea de que el reto es asumible: “Sí se puede crecer económicamente y reducir las emisiones. España el año pasado las redujo un 4% y creció económicamente”.

El mensaje estaba claramente destinado a los países en desarrollo, que ven con recelo los llamamientos a limitar las emisiones de gases de efecto invernadero. Tradicionalmente, estos gases, principalmente procedentes del petróleo y el carbón, están asociados al crecimiento económico. La energía son coches, camiones, fábricas, riqueza y, por lo tanto, emisiones. De la Vega, candidata del PSOE por Valencia, no dijo que España emite actualmente un 50% más que en 1990 aunque el acuerdo de la UE para cumplir Kioto sólo le permitía aumentar sus emisiones un 15%.

Los científicos del IPCC consideran que hay que evitar por todos los medios que la temperatura media del Planeta aumente dos grados más. Para eso es necesario que las concentraciones de CO2 no superen los 550 partes por millón, algo que, según el informe, costaría entre 0,12% y un 0,06% del PIB mundial.

Eso es lo necesario para, entre otras cosas, cambiar parte del sistema de producción de electricidad a fuentes renovables, para lo que habría que invertir 21 billones de euros. Mientras que el informe inicial hacía tres menciones a la energía nuclear como una de las medidas que podían paliar el cambio climático, la palabra ha desaparecido del borrador del informe de síntesis. Según los expertos, la energía nuclear no tendrá un gran peso en la reducción de emisiones en el mundo y tiene riesgos que limitan su uso. Además de la electricidad, los gobiernos deben actuar mejorando la edificación, reduciendo la deforestación, mejorando la eficiencia de los vehículos y promoviendo un cambio en los hábitos de vida.

Si en Bali los gobiernos salen sin acuerdo, si Kioto no tiene una continuación en un acuerdo aún más ambicioso, los políticos tendrán que explicar por qué no hicieron caso al IPCC.

Porque si invertir 30 billones de dólares suena mal, peor suena el aviso lanzado ayer por Yan Hong, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial: “El cambio climático tiene también implicaciones en la paz mundial porque aumentará el riesgo de hambrunas y sequías que obligarán a miles de personas a desplazarse”.

De seguir el ritmo actual de emisiones, los impactos serán devastadores, especialmente en países más pobres: la falta de agua, las sequías y las inundaciones por la subida del nivel del mar desplazarían a millones de personas. El calentamiento también afectará a la salud, con un aumento de la mortalidad por las olas de calor, y a la producción de alimentos, con un aumento de las hambrunas, la malnutrición y las enfermedades infecciosas. Los cambios en los ecosistemas, en caso de que no se intervenga, prevén que un 30% de las especies estén en riesgo de extinción y que desaparezcan hasta un 30% de los humedales costeros.

En Valencia hubo unanimidad en que es un reto mundial e inexcusable, pero la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, pidió que los informes se hagan “sin alarmismo ni demagogia”. El presidente valenciano, Francisco Camps, destacó que la clave es la educación y que su comunidad es pionera en medio ambiente.

Los ecologistas no lo ven tan claro. Mientras Greenpeace desplegaba sobre el edificio obra del arquitecto Santiago Calatrava una pancarta gigante pidiendo acciones para salvar el planeta, Ecologistas en Acción recibía a los delegados con una pancarta: “Bienvenidos a Valencia, capital de la insostenibilidad”. Sindicatos, ecologistas y asociaciones han convocado para el jueves un simbólico apagón de cinco minutos para que no se olviden ni se rebajen las conclusiones del informe de Valencia.

De ello depende en parte la agenda de la política mundial para los próximos años. Porque con este texto el calentamiento global ya no es un asunto científico, sino político.

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