Publicado en Ideal el 21/12/2008.
José García Román.
La construcción del Palacio de Congresos de Granada, que pretendía apostar por una ciudad capaz de hablar alto en infraestructuras, generó algún que otro debate no exento de críticas que iban dirigidas fundamentalmente contra la megalomanía de un proyecto que no contemplaba un diseño polivalente que posibilitara la programación de ópera, zarzuela, teatro, conciertos, ballet, como se ha venido haciendo durante más de una década en unas condiciones inadecuadas. En ese tiempo ya se reclamaba un teatro idóneo para Granada, que deseaba recuperar su memoria lírica y escénica, y se reivindicaban vías de comunicación acordes con las anunciadas perspectivas de progreso, cuyo reloj siempre anda desajustado por esta tierra, lo que ha provocado que no se cumplan algunos calendarios previstos. Esto sucedía cuando creíamos que en el reparto de la Autonomía seríamos Capital Cultural de Andalucía y vendrían a Granada las Consejerías de Justicia y Cultura para fomentar la deseable descentralización tutelada por una consensuada vertebración, ya que se volatilizó la idea de Antequera como centro político de nuestra Comunidad.
Por esos años pregunté públicamente al señor Viceconsejero de Cultura por el emplazamiento de la futura Orquesta de Andalucía -entonces Granada era punto de mira al disponer del mejor auditorio de España, hoy limitado-. Ante el silencio que se produjo por respuesta, apostillé: «Supongo que Granada». Por tal motivo, quien esto escribe le entregó al alcalde Antonio Jara un escrito acompañado de varias firmas solicitando la creación de una orquesta. Cuando se presentó en 1990 el nuevo conjunto de cámara, el alcalde aspiraba a que fuese la agrupación residente en la Exposición Universal de Sevilla. Quedó en un sueño, pues de inmediato se puso en marcha la Orquesta Sinfónica hispalense, con un presupuesto en torno a los mil millones de pesetas.
Pocos años antes, con motivo de la recepción que Paloma O’Shea solía organizar en su casa de Santander a la finalización de algún concierto del Festival, al ser informado de su proyecto de Escuela Superior de Música tuve la osadía de rogarle que pensase en Granada. Sorprendida, me dijo que estaba dispuesta y que informara al Alcalde. No olvidaré aquella llamada, cuando le dije con tristeza a la señora O’Shea: «No hay posibilidad». También por aquellas fechas, el compositor y amigo Francisco Guerrero, desgraciadamente fallecido, me comentó la acertada idea de la creación del CAEM (Centro de Altos Estudios Musicales) con la intención de que Granada se convirtiera en ciudad destacadísima de la música, ofreciéndome la dirección, y me sugirió que iniciara las gestiones. Así lo hice, pero no llegaron a feliz término. No me resisto, señor Alcalde, a recordarle el silencio que se ha producido siempre ante la reclamada candidatura de Granada para la capitalidad cultural de Europa. Málaga y Córdoba -esta ciudad, con el apoyo del presidente de la Junta-, sí han optado. Nosotros nos hemos conformado con ofrecer solidaridad.
Es natural que llevemos tantos años reivindicando el gran Teatro de Granada para la ópera, la danza, la gran música sinfónico-coral, el mundo de la escena y otras expresiones artísticas, con capacidad para albergar cursos de alto nivel, como los de la Academia de Estudios Orquestales de Barenboim, por ejemplo, que complementarían la actividad de nuestros conservatorios y del ya histórico Festival Internacional de Música y Danza.
Señor Alcalde: En la Comisión de Cultura del Parlamento, una representante de su partido preguntó el pasado día 20 de noviembre por el Centro de Danza en Granada, y se refirió a la «decepción de la ciudadanía granadina al desvanecerse esta posibilidad», a pesar de las promesas. Pero desde el gobierno municipal hemos percibido no sólo un silencio, sino hasta un intento de tirón de orejas por reivindicar lo que parece justo. Ha triunfado el pacto.
En lo referente al asunto del nuevo Teatro pienso que no se está yendo al núcleo del problema, pues no se quiere reconocer públicamente que ha habido una grave rebaja. Nadie está diciendo que vaya a ser un desastre el diseño que se ha premiado. Sí se está avisando de las carencias por la orientación del solar, los accesos, las dimensiones y los contenidos del edificio proyectado. Lamentablemente, por mor de una actitud en la que se ha instalado el doble lenguaje, se dice una cosa en privado y otra en público. Por ejemplo: «¿Para qué queremos un Teatro de Ópera si tenemos problemas con los presupuestos del Auditorio?».
Aunque escribo esta reflexión a título particular, creo que puedo referirme a mi responsabilidad de director de la Academia de Bellas Artes, por lo que deseo aclarar que no sólo no me ausenté de la reunión del jurado -como se ha dicho en una emisora de radio- sino que aporté algunas sugerencias, que se tomaron en cuenta. Entre otras, la dimensión del foyer. Mi abstención fue argumentada, y entendida por quienes debían. No asistí a la comida -ya se había producido el fallo del jurado- porque no se me había informado con antelación. Pero me incorporé a la sesión de trabajo de la tarde para firmar el acta y rogar a la Directora General que nos presidía toda la generosidad posible, acogiéndome al apartado de la convocatoria del Concurso que posibilita cambios de cualquier índole antes de ser aprobado el proyecto definitivo. ¿Es censurable esto? ¿Es criticable tal actitud? ¿Es que no se admite la discrepancia? ¿He ido contra los intereses de Granada? Asistí a la proclamación del fallo, y cuando un periodista me preguntó sobre la obra premiada, le dije que esa tarde era de alegría. Y ante su insistencia manifesté que me preocupaban los contenidos y las vías de comunicación del nuevo Teatro.
Señor Alcalde: Ha brillado por su ausencia el entusiasmo municipal en este proyecto, entrando en contradicción con la pretensión de hacer de Granada una fantasía cultural. Usted sabe que no son pocos los que piensan que ha venido bien a las dos administraciones el recorte. Creo que la Junta no debió ceder, ni el Ayuntamiento dejar pasar esta oportunidad. El Teatro que se ha planteado no cubre las expectativas que se prometieron hace unos años. ¿Dónde están los metros para los contenidos que solicitaba la Junta de Andalucía? ¿Por qué se ha desechado el proyecto que era el adecuado para las pretensiones de esta ciudad? ¿Por qué se ha dicho «esto es lo que hay; o volver a empezar, con todas las consecuencias»? Se trata de construir el Teatro de los siglos XXI y XXII de Granada, ciudad que carece de espacios idóneos para albergar proyectos relacionados con la danza, los seminarios especializados, las clases magistrales, las coproducciones, etc., y sobre todo para que la ópera -palabra que provoca disentimiento- esté presente día y noche no sólo en el escenario. Este es el sentido de la reivindicación que se está haciendo y que no tiene nada que ver con la «discordia» o la «falta de objetividad». Se sigue hablando del solar del Teatro Colón de Buenos Aires (8.202m., de los que 5.006m. corresponden al edificio y 3.196m. a dependencias) -de concepto decimonónico, no sólo en lo que respecta al patio de butacas y los palcos-, pero no de la superficie construida, que supera los 58.000m. (a partir de las obras realizadas en los años 70, se ganó espacio en el subsuelo, donde se encuentran las oficinas administrativas y los talleres para las producciones de los espectáculos), con una capacidad total de 2.478 localidades, aparte las 500 personas que pueden presenciar los espectáculos de pie, ni de los contenidos: La ‘Sala 9 de Julio’ reproduce las medidas del escenario; la ‘Rotonda’, salón de forma circular rodeado de espejos, sirve de sala de ensayo para el cuerpo de baile; el Instituto Superior de Arte, creado en 1937 como instrumento clave de la tarea docente del Teatro, imparte las carreras de Danza clásica, Canto lírico, Dirección musical de ópera y Caracterización teatral -los alumnos del Instituto participan a menudo en las producciones del Teatro, y algunos de sus titulados se integran en los talleres del Colón y en otros destacados centros artísticos-, y desde 1990 el Centro de Experimentación para la difusión del repertorio de nuestro tiempo.
Señor Alcalde: Era mi deseo haber comentado esto con usted en privado, igual que con el Director General de Infraestructuras Culturales de la Junta de Andalucía, pero no ha sido posible, y no precisamente por mí. Pienso que existe falta de fe en una ciudad que no acaba de encontrarse consigo misma -no nos refugiemos en los recurrentes pesimismos-, que reclama generosidad, que se reconoce débil para luchar por las grandes empresas culturales y que se sabe carente de defensores y líderes, con una ciudadanía, tal vez apática -ni mejor ni peor que otras-, aunque es verdad que en algunas ciudades no necesita alzar la voz porque sus políticos se encargan de ello, por su pasión, entrega y capacidad de influencias. Usted dirá, señor alcalde.