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El gran pacto

Los pactos deben ser cumplidos y respetados, porque los avalan la palabra de honor que es o era garantía ante la sociedad. Cuando los políticos hablan de pactos, nos echamos a temblar o nos morimos de risa. Porque lo que debe hacer un político que sirve a los ciudadanos es cumplir con su obligación, que para eso cobra, residir en la tierra donde ha conseguido los votos en lista cerrada, luchar por su gente, estar cerca de ella y olvidarse del partido que le da las prebendas. De esa manera se evitarían estas puestas de escena que a veces llegan a ofender a unos ciudadanos que se sienten meros espectadores. El señor Pérez Ortiz (a la sombra de Zoido) y la señora Giménez han decidido reunirse y ¿hacer las paces? ¿A estas alturas nos vienen con pactos? La política tiene la obligación de sumar, pues se sostiene por los impuestos de los ciudadanos. Se deben a la ciudadanía, que reclama ejemplo de solidaridad y servicio, sin tener la cabeza puesta en lo que dice el partido, sino en lo que piensan, desean y reivindican los ciudadanos.

El gran pacto de Granada es el servicio a la ciudad y provincia, y ya sabrá el ciudadano valorar en su momento la gestión, y descubrir quienes se han aprovechado y valorar a quienes han cumplido con el deber de vivir como corresponde a un servidor del pueblo. Y esto no necesita ningún pacto. No vamos a recordar los pactos de CajaGranada, porque nos sonrojaríamos de nuevo. Eso sí, las fotografías no faltaron. Como ahora. Hace falta el gran pacto: que los ciudadanos recuperemos la voz, de verdad, y los políticos se pongan a nuestro servicio. Porque lo que necesitamos son gestores brillantes a quienes podamos pedirles cuentas. Los partidos no son cortijos a costa ajena. Son medios para servir a la ciudadanía. No deben ser una clase privilegiada, casi intocable. Las reglas han de ser cambiadas, para que los políticos retornen a la calle, al autobús, al contacto con la gente y aprendan a reivindicar. La crisis económica no es razón suficiente para explicar la situación de abandono. A Granada le ha tocado otra más grave: la falta de talla de sus políticos y gestores de la política. Por eso la velocidad de Granada es la que es: la que marcan quienes se creen líderes de nuestros intereses. El único gran pacto que hace falta es la regeneración, y que de una vez por todas podamos elegir desde la libertad los líderes que necesitamos, sin sillones ni privilegios, pero con mucho diálogo y servicio.

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